Museo de Geología de la UNAM

Santa María la Rivera es de esos lugares que siempre tuvimos ahí, a unos cuantos pasos, durante más de 10 años viviendo en la Ciudad de México, y que, ya sea por la rutina cotidiana, o porque en aquellos tiempos todavía no teníamos tan arraigado el gusto por le fotografía, nunca nos dimos un momento para visitar.

Fue hace poco, ya viviendo en León, que por algunas publicaciones de viaje, me enteré del ilustre  quiosco de estilo morisco que corona la plaza central de la colonia y, aprovechando una visita a la ciudad para arreglar otros menesteres, nos descolgamos a Santa María a tomar unas fotos. Del quiosco, principal motivo de la visita, tuve la oportunidad de hacer unas cuantas tomas, que serán por supuesto motivo de una futura publicación. Sin embargo, el principal pretexto para ésta no es otro que el sorpresivo e impresionante Museo de Geología de UNAM, localizado a uno de los costados de la plaza.

Desde que se ve a lo lejos el edificio es difícil de creer que un palacio de esa envergadura se encuentre tan sumergido en el anonimato y es por eso, que esta ocasión dedicamos le dedicamos un par de imágenes. Por supuesto que la colección geológica albergada en el museo no se puede pasar por alto, así como su colección de fósiles y de osamentas de monumentales animales, pero eso considero que requiere de una revisión mucho más exhaustiva desde el punto de vista experto y no de un simple melómano fotográfico (si es permitido el rimbombante sustantivo) como un servidor. Es por esto que en este post destacaremos estrictamente los elementos arquitectónicos expuestos en las imágenes.

La fachada del edificio es una clásica ecléctica del período de Don Porfirio, con sus clásicos detalles afrancesados y esos recargados artesonados, muchos de ellos con motivos prehispánicos. Desde un origen el lugar fue concebido como instituto de investigación, dedicando la planta baja como museo científico y el primer piso a laboratorios y oficinas, a los cuales no se permite el acceso a los visitantes. El material del recinto es una mezcla exquisita (lo que se ve no se juzga) de cantera con roca volcánica, con esos tres arcos simétricos separando las puertas de acceso de la escaleras. En la parte de arriba se aprecia una terraza de ocho columnas, con los bustos de grandes científicos en el estudio de la Tierra, mientras que arriba, hay un reloj cuya melodía sigue inundando la plaza a cada hora.

El otro punto a destacar es la impresionante escalera, de estilo Art Nouveu, la cual se extiende llenando la estancia con una armónica forma de cruz, cuyo uno de sus extremos se destaca en esta postal. Se pueden pasar muchos minutos en este punto, contemplando todos los detalles de esta estructura, sin duda hay pocas oportunidades en la vida de ver algo así

Este es un punto interesante, que no suele estar incluido en los recorridos tradicionales del turismo citadino, pero que para aquellos que nos encanta robarnos pequeños momentos de luz y forma, resulta un lugar de una riqueza invaluable. 

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