Polémica reflexión de la maldad, desde adentro
Umberto Eco lo vuelve hacer en “El Cementerio de Praga”, una de las grandes novelas de los últimos tiempos. En esta ocasión, Eco viaja a la Europa de finales del siglo XIX, adoptando la personalidad del Capitán Simonini, habilidoso notario heredero de la casta piamontesa, protagonista en la República de Garibaldi, auto exiliado y residente de un París en esplendor. Pero a la vez Simonini toma un viaje paralelo al del su alter ego el Abate Dalla Piccola, notable intrigante jesuita y gran operador en el movimiento anti masónico de la época. Lo interesante del Cementerio es su crónica del mal desde sus entrañas. La sociedad moderna no se construyó sobre una base de valores y de ética… muy por el contrario, sus ladrillos van desde la conspiración hasta la perversión, desde el atentado hasta el satanismo; temas que por demás, Eco conoce bien y como siempre, expone con virtuosismo. El “Cementerio de Praga” habla también del odio sembrado para causar confusión, de la hábil creación de tende