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Mostrando las entradas de febrero, 2011

José Clemente, El de los Pinceles Violentos

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Lo que inicia mal no siempre termina mal. Esa es la mejor moraleja que me queda de la experiencia vivida ayer en el Centro de la Ciudad de México. Si tomamos en cuenta que a media mañana tenía a un perro loco mordiéndome el pantalón, el día no prometía buenas cosas. La anécdota Pero empecemos por el principio. Desde hace varios meses nos estábamos perdiendo la ocasión de visitar el Colegio de San Idelfonso, antigua Escuela Nacional Preparatoria, y ser testigos de una de esas oportunidades que sólo se dan pocas veces en la vida: estaban presentando un recorrido completo por la obra de José Clemente Orozco. A pesar de que tenía mis reservas de empezar a llevar a Diego a este tipo de exposiciones, después el enano me demostraría que estaba en el error. Ana fue la que insistió en que saliéramos el museo, y ahí fuimos. Caminando por la Calle Madero que ahora se convirtió en una increíble zona peatonal… de repente siento un tirón en mi pantalón, como si se me quedara el pie atorado

Una Póstuma por Don José

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Bueno, ahora sí apliqué esa máxima que dice “la mejor forma de recordar a un gran autor, es leyendo su obra”, así que esta vez toca hacer una pequeña reflexión de uno de los últimos trabajos de José Saramago, “Caín”. De lectura ligera y fluida, “Caín” es un libro que se puede leer completo en uno de esos días de mente despierta. Como un servidor no cuenta con una mente de ese tipo, pues me llevó un par de semanas terminarlo. Todo esto entre horas muertas de aeropuertos, hoteles y baños… las mejores siempre para completar la labor de lectura. Hemos de decir que este libro no es de lo mejor de Saramago desde el humilde punto de vista de este neófito literario. Nada que ver con esas macizas obras densas y de lectura intrincada como “Todos los Nombres”, “Historia del Cerco de Lisboa” o “El Año de la Muerte de Ricardo Reis”, en las cuales predominaba ese gusto por el lenguaje del maestro, esa sobreutilización de palabras, ese “irse por las ramas” que el siempre tanto defendió en la litera