José Clemente, El de los Pinceles Violentos


Lo que inicia mal no siempre termina mal. Esa es la mejor moraleja que me queda de la experiencia vivida ayer en el Centro de la Ciudad de México.

Si tomamos en cuenta que a media mañana tenía a un perro loco mordiéndome el pantalón, el día no prometía buenas cosas.



La anécdota

Pero empecemos por el principio. Desde hace varios meses nos estábamos perdiendo la ocasión de visitar el Colegio de San Idelfonso, antigua Escuela Nacional Preparatoria, y ser testigos de una de esas oportunidades que sólo se dan pocas veces en la vida: estaban presentando un recorrido completo por la obra de José Clemente Orozco.

A pesar de que tenía mis reservas de empezar a llevar a Diego a este tipo de exposiciones, después el enano me demostraría que estaba en el error. Ana fue la que insistió en que saliéramos el museo, y ahí fuimos.


Caminando por la Calle Madero que ahora se convirtió en una increíble zona peatonal… de repente siento un tirón en mi pantalón, como si se me quedara el pie atorado con algo. Volteo y había un perro callejero jalando la pierna. Fue curioso, pensaría que si hubiera sido espectador probablemente la escena sería bastante divertida. Lamentablemente cuando es el protagonista de esas escenas, resulta todo menos chusco el asunto.

De repente el perro se obsesionó, mordiendo y sacudiendo mi pantalón. Así anduvimos un buen rato y dentro del panorama negro de la situación, el punto positivo era que el pantalón era bastante grueso y no hubo percance mayor que lamentar. Entonces Ana siguió de largo llevándose a Diego lejos del peligro. Por mi parte, me metí en la primera tienda que encontré en el camino, que en este caso fue un Mixup. Por suerte el perro no demostró mucha afición por los discos y no entro conmigo.

A la vuelta encontramos a un par de policías cómodamente acomodados en una pared… no recuerdo bien, pero creo que uno de ellos le estaba lustrando sus flamantes botas y tranquilamente presenciaron toda la escena. Ana se acercó a hablar con ellos y le dijeron… “Si, ese perro siempre anda por aquí, pero no hace nada a nadie. Pero si hasta fotos se sacan con él. ¡Pero no nos lo llevamos porque a veces se pone loco y muerde!” (¿entonces no hace nada?). Al insistir que el animal suelto era un peligro en una de las zonas más concurridas de la ciudad, les dije a los pseudo-servidores del orden público “Señores, ¿Esa no es su chamba?” a lo que uno de ellos contestó “Nosotros no estamos aquí para cuidar perros”.

Muchas opiniones pueden resultar de esta respuesta, pero bueno… quedarán a la interpretación del lector. No es la primera vez que me toca ver el nivel de servicio de esta gente tristemente subsidiada por el pago de nuestros impuestos… y lamentablemente, no será la última.

La Exposición

Ya entrando en San Idelfonso, la historia mejora bastante. Si hay alguien que lea esto y que no conoce el Museo, pues basta decir que el sólo lugar ya es un homenaje a la obra de Orozco, el que desde mi punto de vista es el más brillante pintor mexicano de todos los tiempos.

Los exalumnos de la UNAM donaron un recorrido virtual increíble del Colegio. Y cómo una imagen vale más que mil palabras, abajo en el legendario mural de “Cortés y la Malinche” anexamos la liga a ese recorrido virtual, en el cual nos podemos mover en sus patios, observar cada una de las obras y sentirnos dentro de este increíble espacio.


Cortés y la Malinche (un paseo por San Idelfonso)
En esta exposición había 24 salas que reunían una gran cantidad de obras del Maestro, en donde uno viaja a través de su vida, observando sus diferentes facetas. Desde las tempranas historietas en los legendarios pasquines “El Hijo del Ahuizote y La Vanguardia” se nota en el pintor jalisciense un profundo espíritu crítico sin concesiones.

En “Confabulario”, Juan José Arreola, un gran domador del arte de la sintaxis, hace una de las más grandes referencias a Orozco: “Yo señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen temperamento, un  cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño. Desde mayo hasta diciembre, se ve la estatura pareja y creciente de las milpas. A veces le decimos Zapotlán de Orozco porque allí nació José Clemente, el de los pinceles violentos. Como paisano suyo, siento que nací al pie de un volcán. A propósito de volcanes, la orografía de mi pueblo incluye otras dos cumbres, además del pintor: el Nevado que se llama de Colima, aunque todo él está en tierra de Jalisco. Apagado, el hielo en el invierno lo decora. Pero el otro está vivo. En 1912 nos cubrió de cenizas y los viejos recuerdan con pavor esta leve experiencia pompeyana: se hizo la noche en pleno día y todos creyeron en el Juicio Final”.


Civilización Americana

La Trinchera
La captación perfecta de Arreola nos evoca dos cosas en la pintura de Orozco: la violencia y el volcán, dos palabras que se dejan sentir en sus cuadros, en sus estudios, en sus dibujos, en sus murales. A diferencia de los otros grandes maestros de la época, aquellos que definieron el muralismo mexicano, Orozco no da una concesión a su crítica. Mientras Rivera y Siqueiros siguieron diferentes líneas dentro del comunismo, Orozco fue más allá: criticó el poder desde un punto de vista más amplio, la dominación de las masas se pueden dar de muchas formas más allá que la sola tendencia ideológica… la religión, la fuerza y el capital son instrumentos de dominación, pero también lo pueden ser las dirigencia sindicales, el poder oficial, el pseudo-comunismo, el nazismo y otras formas de fanatismos políticos. El poder por el poder mismo desvirtúa todo, es como un cáncer que se extiende por el mundo y las obras de José Clemente son su espejo.

Los Payasos
Cristo Destruyendo la Cruz


Al recorrer la exposición, noté que había gente que no estaba muy preparada para encontrar esa crudeza y esa visión en carne viva de la realidad. A su manera Orozco fue un francotirador de su tiempo, exhibía tanto la densidad de la vida del burdel, como la cremación de los dioses; el retrato periodístico revolucionario, hasta la fuerza brutal de los abusos del ejército.

El Ahorcado

Nación Pequeña
Una cuestión interesante de Orozco es su visión de mexicanidad. José Clemente decía que leer sobre la la colonia permitía entender realmente a México, más allá de las revueltas pasajeras de Pancho Villa. En su pintura lo manifiesta de mil maneras, en los murales de San Idelfonso, en el Instituto Cabañas de Guadalajara, en Bellas Artes y en tantos otros sitios, su pintura es salpicada por el pueblo, un pueblo anónimo donde no se distinguen rostros, los cadáveres y la sangre del indígena, las cabezas y los deshechos, siempre aplastados por el poder de la cruz y la espada.

Zapata

Soldaderas

También hay simbolismos que hablan de las muchas formas que se han propuesto para  someter al pueblo. Un Dios hinchado agarra un planisferio recibiendo complaciente los rezos de los ricos, mientras los diablos retiran con los trinches a las familias desprotegidas… una idea del conveniente Juicio Final. El trabajador en harapos ondeando la bandera del sindicato siguiendo a su líder mientras que por atrás un traidor enmascarado le va a dar una cuchillada.


Juicio Final
Le encomiendan a Orozco que pinte las paredes de la Suprema Corte de Justicia en México y lo que hace es untarle a los magistrados la esencia pérdida de los artículos en beneficio de todos. Se causa una gran controversia  en su inauguración, pero los murales siguen ahí… Orozco supo que el poder del mensaje de su pintura nunca iba a sobreponerse al del acto público oficial de poner obra monumental en edificios del Estado, así que de todas formas los hizo.

Dioses del Mundo Moderno

No hay finales felices, pero si hay puntos de escape: Orozco denota el poder de la educación como única forma de sobreponerse a esta realidad, magnifica a los héroes de la Independencia y la reforma más como íconos que representan los valores de justicia y libertad que defendieron. Sin duda que en ese sentido la cercanía de José Clemente con José Vasconcelos fue determinante, otra alma verdaderamente revolucionaria que descubrió el genio del pintor y lo llevó a hacer de San Idelfonso su lienzo pintado en varias etapas.


Bueno, después de este recorrido único, sólo me quedó una pequeña reflexión: cuando unos policías pasan de largo su obligación y sólo buscan sacar ventaja de la gente, los que terminarán mordiendo seguramente serán ellos y no el perro,… ¿qué tanto ha influido la crítica dura de genios como Orozco a cambiar nuestra sociedad?... parece que no lo suficiente. Así que todavía tenemos muy buenas razones para reencontrarnos con el Maestro.

El Hombre en Llamas


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