Una Póstuma por Don José

Bueno, ahora sí apliqué esa máxima que dice “la mejor forma de recordar a un gran autor, es leyendo su obra”, así que esta vez toca hacer una pequeña reflexión de uno de los últimos trabajos de José Saramago, “Caín”.

De lectura ligera y fluida, “Caín” es un libro que se puede leer completo en uno de esos días de mente despierta. Como un servidor no cuenta con una mente de ese tipo, pues me llevó un par de semanas terminarlo. Todo esto entre horas muertas de aeropuertos, hoteles y baños… las mejores siempre para completar la labor de lectura.

Hemos de decir que este libro no es de lo mejor de Saramago desde el humilde punto de vista de este neófito literario. Nada que ver con esas macizas obras densas y de lectura intrincada como “Todos los Nombres”, “Historia del Cerco de Lisboa” o “El Año de la Muerte de Ricardo Reis”, en las cuales predominaba ese gusto por el lenguaje del maestro, esa sobreutilización de palabras, ese “irse por las ramas” que el siempre tanto defendió en la literatura y que lo hicieron uno de los muy, muy grandes.

“Caín” a diferencia de los textos antes mencionados parece que fue escrito con prisa, quizá a estas alturas Don José ya sabía lo que le deparaba el futuro cercano, ese terrible fin de semana de Junio en que nos enteramos de su muerte. En el texto, se narra a manera de cuento pseudo-infantil el recorrido de este anti-héroe llamado Caín, mismo que siempre fue uno de los villanos bíblicos favoritos, y sus aventuras vagando por los capítulos del Viejo Testamento en diferentes lugares y épocas.

El cuestionamiento es claro… en la antigüedad los dioses del Olimpo eran regidos por comportamientos tan humanos como el de cualquier hijo de vecino. Sus caprichos, celos, dudas e histerias siempre terminaban repercutiendo sobre la apaleada humanidad, de tal forma que algunos tomaban el rol de héroes y benefactores en un momento y de canallas e hipócritas en otro. Bueno, pues me imagino que en esa época los antiguos griegos o después los romanos tenían que soportar callados estos comportamientos apasionados de sus Dioses… en este caso Saramago nos dice: “¿Y por qué nosotros no hacemos lo mismo con nuestro Dios?”. Este ente divino que resume en una sola presencia lo que la religión antigua dividía en múltiples personalidades.

De esta forma el personaje de Caín se despoja de su halo de maldad, de ser ese terrible villano recordado para la eternidad por matar a su hermano, y se convierte nada menos que en el hombre universal, aquél que observa y cuestiona los caprichos de su Dios de una manera objetiva, tratando de entender por qué los designios de la llamada justicia divina muchas veces distan mucho del concepto de “Bien”.

Sin duda que lo que mejor hace este escrito es exponer la filosofía de Saramago, liberar todas esas contradicciones que plantean los textos sagrados y que están prohibidas cuestionar. Este compendio de pequeñas historias basadas en el Viejo Testamento quiere ser una continuación del “Evangelio según Jesucristo”, pero no logra la profundidad y el estilo de éste…  sin embargo lo que nos deja claro Don José es que no iba a morirse sin hacer su última broma, una broma que invita a la reflexión y al cuestionamiento de los valores y preceptos de la religión católica.

“Qué Diablo de Dios es éste, que para enaltecer a Abel, desprecia a Caín”.

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