José Clemente, El de los Pinceles Violentos
Lo que inicia mal no siempre termina mal. Esa es la mejor moraleja que me queda de la experiencia vivida ayer en el Centro de la Ciudad de México. Si tomamos en cuenta que a media mañana tenía a un perro loco mordiéndome el pantalón, el día no prometía buenas cosas. La anécdota Pero empecemos por el principio. Desde hace varios meses nos estábamos perdiendo la ocasión de visitar el Colegio de San Idelfonso, antigua Escuela Nacional Preparatoria, y ser testigos de una de esas oportunidades que sólo se dan pocas veces en la vida: estaban presentando un recorrido completo por la obra de José Clemente Orozco. A pesar de que tenía mis reservas de empezar a llevar a Diego a este tipo de exposiciones, después el enano me demostraría que estaba en el error. Ana fue la que insistió en que saliéramos el museo, y ahí fuimos. Caminando por la Calle Madero que ahora se convirtió en una increíble zona peatonal… de repente siento un tirón en mi pantalón, como si se me quedara el pie atorado