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Mostrando las entradas de octubre, 2011

Realidad Congelada, cortesía de Ron Mueck

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Realmente, no sé hasta qué punto se podría justificar estar casi 50 minutos en una larga fila en la entrada del Museo. O más aún, si valdría la pena esa casi hora y media que uno tarda tratando de buscar un estacionamiento en domingo en el Zócalo de la Ciudad de México. Si me preguntan, al momento que salimos de la exposición era tanto el fastidio que pensaba que  realmente no lo valía. Es hasta algún tiempo después cuando empiecé a digerir la calidad de las piezas del escultor australiano además de pensar en que finalmente, todos los elementos construyen la experiencia. Ahí fuimos este fin de semana al querido Colegio de San Idelfonso a ver las obras de Ron Mueck, famoso por su arte “hiperrealista”. Sinceramente, desde que califican a un autor con un adjetivo novedoso (como “postmoderno” o “minimalista”), generamos ciertas dudas al respecto… sin embargo, en este caso las pocas piezas que se exhibieron resultaron muy interesantes, y más si se considera el dedicado, paciente y detallad

Casta de Malditos… “En la Ciudad”, de William Faulkner

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Uno de esos libros que huelen todavía a libro, a ese aroma de vainilla y madera que inundaba el cuarto de mi Padre… uno de esos libros que se han agrandado en el tiempo mediante la herencia de su memoria. 1971 es su fecha de impresión, dos años antes de mi nacimiento. En una época donde mucha gente está leyendo ya por medios electrónicos tal y como tú lo haces en este momento, es en la mejor época para recordar un pequeño ejemplo del brillante legado de William Faulkner. El novelista incansable, el escritor al cuál la palabra le brotaba por los poros, aquél que enseñó a varias generaciones de escritores en todo el mundo a relatar historias de su contexto, dotándolas de un aura divertida pero a la vez de cruda desnudez de su realidad y de su tiempo. Si bien en México Juan Rulfo redujo la esencia de la mexicanidad a un pequeño elixir de unas cuantas páginas en su “Pedro Páramo”, en Estados Unidos Faulkner logró la misma efectividad, pero a través de miles de páginas, de millones de pal