Silencio y Yo, Homenaje a Eric Woolfson



“Desde mi punto de vista, nunca tuve un pensamiento que no pueda ser expresado con palabras con más distintivo que las que he concebido. Hay, sin embargo, una clase de imágenes de una exquisita delicadeza que no son pensamientos, y que he encontrado absolutamente imposibles de adaptar al lenguaje. Estas imágenes se presentan en el alma, de forma muy ocasional. Sólo en las épocas de más intensa tranquilidad, cuando la salud del cuerpo y de la mente están a la perfección. En esos extraños puntos del tiempo, donde los confines del despertar del mundo se mezclan con el de los sueños. Y si puedo capturar esta imagen, más allá de todo lo que vemos, o creemos ver, es porque un sueño se encuentra dentro de un sueño”.


Edgar Alan Poe


El pasado viernes 4 de Diciembre, escuchando la radio mientras manejaba al trabajo, se comentó brevemente la noticia de que Eric Woolfson, cofundador y socio creativo en The Alan Parsons Project, había fallecido de cáncer a los 64 años. Fue entonces que llegó a mi cabeza una avalancha de recuerdos y sentimientos de mis últimos 20 años. Lo que fue una nota breve y casi sin importancia dentro de las demás noticias, se convirtió para mí en la nota más relevante del año… en un año marcado por la crisis y la incertidumbre.

Corrían finales de la década de 1980, época caracterizada por la escasez musical, en donde lo único que nos quedó son aquella canciones plásticas de grupos o solistas populares incapaces de componer más de dos éxitos para después desaparecer, dejando esas dos canciones como huella indeleble en las estaciones de “música en inglés”, que se siguen oyendo hoy en día (hasta el cansancio). En aquél entonces yo cursaba preparatoria y fue que conocí la música de The Alan Parsons Project gracias a mi gran amigo Victor Hugo Cortés.

Era la tradición de los fines de semana irme a la casa de Victor (que frecuentemente cambiaba de ubicación) a escuchar música, sobre todo la afinidad que nacía del gusto por los Beatles, y de ahí iniciar nuestras exploraciones en la música de los grandes grupos de los 70, como Pink Floyd, Jethro Tull, Led Zeppelin o The Doors. La fascinación por estos viejos maestros nos alejó todavía más de la música denominada “ochentera”… nuestro lema: “lo bueno nunca pasará de moda”.

Recuerdo la primera vez que oí a The Alan Parsons Project, una tarde por aquellos días en que pusimos un acetato semi rayado del Padre de Victor: “El Turno de la Carta Amistosa” era ese disco. Un disco con una portada enigmática: un vitral del rey de diamantes sobre un fondo negro que no daba mayor referencia de su contenido. A pesar de todo el ruido, las imperfecciones y saltos de ese viejo LP, la música que salió de ese disco fue un impacto para mi… en ese momento estábamos redescubriendo un material producido 10 años atrás, en donde se condensaba la fuerza de la música popular, en perfecta armonía con un impresionante sonido orquestal y complementado con muy interesantes secuencias electrónicas.

La única referencia que yo tenía por esas fechas de TAPP fue aquél viejo clásico de “El Ojo en Cielo”, que con una voz magnética y un sonido totalmente original, se oía de vez en cuando en la radio. Pero más allá de eso, no tenía mayor conocimiento de otros trabajos del Proyecto. En aquellos tiempos la música de calidad no era de fácil acceso, generalmente un buen material era caro o inaccesible, y para nosotros como estudiantes, tener acceso a esos discos era como descubrir tesoros ocultos. Fue por esos tiempos que Víctor me empezó a compartir varios discos de TAPP que yo grababa ávidamente en casetes de audio (eran los tiempos en que apenas empezaban a circular los discos compactos)… Trabajos como “Yo Robot”, “La Avenida del Amoniaco” o “Gaudi” fueron grabados de esa manera, y con ellos se expandió muchísimo mi universo musical, y TAPP empezó a llenar mi mente por aquellos tiempos.

La música del Proyecto brotaba en esa época de todos lados. Sin darnos cuenta, se encontraba de fondo en programas deportivos, en las cortinillas de los noticiarios o hasta en eventos deportivos (cómo olvidar las fastuosas entradas triunfales de los Bulls de Jordan con “Sirius” de fondo). Incluso Victor, yo y otros amigos de ese tiempo como Manolo Ramírez o Armando Guzmán (el famosísimo Maida) encontramos fascinante un aburrido documental de nuestra clase de física en donde ponían de fondo “In the Lap of the Gods”, con el inconfundible estilo orquestal del Proyecto.

Había varias razones que nos fascinaron: El interés por el Proyecto nacía de la pura música, una música total y diversa, difícil de clasificar como rock, progresivo, pop o música instrumental, ya que en cada disco se cubrían todas estas facetas a la vez. También, no había rostros detrás de los conceptos, a pesar de que el grupo llevaba el nombre de su creador (Alan Parsons), éste estaba compuesto por un conjunto de músicos anónimos que se conjuntaban como piezas de una máquina para cada canción. Es curioso, pero cuando uno se metía por aquellos tiempos a indagar de dónde venía el grupo TAPP, no existía ninguna referencia en los libros de historia del Rock, como si el Proyecto nunca hubiera existido. En los libros sólo se hacía referencia a Alan Parsons como el ingeniero que participó en los mejores dos discos de la historia del rock: “Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band” de los Beatles y “The Dark Side of The Moon” de Pink Floyd… un currículum impresionante, pero que sin embargo omitía cualquiera de sus obras como músico. A los que nos interesaba el Proyecto, se nos hacía fascinante ese “halo de misterio” que se construyó en torno a éste, esa falta de grandes escenarios, de parafernalia y de presentaciones en vivo, esa presencia de la música siempre por encima de los ejecutantes… no había bailes, no había coreografías, no había grandes spots publicitarios, no había máscaras.

En la introducción del primer disco del Proyecto “Historias de Misterio e Imaginación” inspirada en los cuentos de Edgar Allan Poe, Orson Welles es invitado a citar una pequeña introducción: “Sombras de sombras pasando. Es 1831, y como siempre estoy absorto en un delicado pensamiento. Así es como la poesía tiene sensaciones indefinidas, entre las cuales la música no es esencial. A pesar de que la concepción de un dulce sonido es nuestra concepción más indefinida, la música, cuando se combina con una idea agradable, se convierte en poesía. La música sin la idea es simplemente música. Sin la música o la susodicha idea, el color se convierte en palidez, el hombre se convierte en hueso, la casa se convierte en catacumba y la muerte, sólo por un momento, en movimiento”. Este primer texto del disco quizá menos valorado en su tiempo y tal vez el más brillante del Proyecto, define excelentemente el misterio que lo hizo tan atractivo para nosotros.

En The Alan Parsons Project hubo realmente un conjunto extraordinario de todo tipo músicos, que iban desde una formación sólida de diferentes voces solistas como Chris Rainbow, Lenny Zakatek, John Miles, David Paton y Colin Blunstone (entre muchos otros más); un sólido grupo de sesión, compuesto por el estilo único y distintivo en la guitarra de Ian Bairnson, el bajo David Paton y la potente batería de Stuart Tosh. Las sesiones orquestales de Andrew Powell y la Philharmonia Orchestra, en conjunto con grandes estructuras corales se distinguían por marcar una atmósfera envolvente de muchas de las piezas del Proyecto. También en el TAPP se incluía un conjunto de grandes músicos ocasionales cuyos etilos se adaptaban al tema seleccionado, como Stuart Elliott y Cockney Rebel en las baterías, así como los sintetizadores de Richard Cottle o el sax de Mel Collins, por mencionar sólo algunos ejemplos.


Estas grandes y complejas estructuras que se integraban en cada canción del proyecto eran construidas por tres arquitectos: Eric Woolfson, Alan Parsons y Andrew Powell. Para los que fuimos armando la historia a partir de los pocos elementos visibles, el hecho de que los trabajos de Alan Parsons posteriores a la disolución del Proyecto en los tempranos años 90 no tuvieran la misma calidad, nos hizo pensar que el peso creativo del TAPP estuvo más basado en Woolfson que en Parsons, ya que Powell siempre estuvo muy definido en los arreglos orquestales.

El peso creativo, como en todas las artes en equipo, es difícil de atribuir a uno o a otro, lo que sí se puede asegurar es que la voz más memorable del Proyecto y reconocible en temas como “Time”, “Inside Looking Out”, “Eye in the Sky”, “Nothing Left to Loose”, “Day After Day (The Show Must Go On)” o “Sooner of Later” no es más que el mismo Eric Woolfson, con ese inconfundible timbre metálico y con esa aura de nostalgia que hacía de sus temas las partes centrales de cada álbum.

Eric Woolfson venía de una trayectoria menos brillante que Parsons. Escocés de nacimiento y abogado de profesión (si… aunque resulte increíble), se hizo en la música como arreglista de sesión para múltiples cantantes y grupos desde mediados de los años 60 hasta mediados de los 70, algunos alcanzando bastante éxito en las listas pop. Su biografía, al igual que todo en su trayectoria, tiene pocas referencias documentadas… desde su inicio se distinguió por ser un músico de esos que hacen que las cosas funcionen, pero despreciando siempre el reflector. En 1974 en una cantina cercana a los míticos estudios Abbey Road en Londres, Woolfson y Parsons empezaron a construir su proyecto, y lo que vino después ya es historia.

El Proyecto desarrolló todo su trabajo entre 1976 y 1987, y su discografía oficial comprende los discos: “Tales of Mystery and Imagination” (1976), “I Robot” (1977), “Pyramid” (1978), “Eve” (1979), “The Turn of a Friendly Card” (1980), “Eye in the Sky” (1982), “Ammonia Avenue” (1984), “Vulture Culture” (1985), “Stereotomy” (1986) y “Gaudi” (1987). La época más fuerte del grupo comprendió los 6 primeros discos, en donde cada material fue elaborado con una gran complejidad. Después de 1982 bajan un poco la intensidad de sus obras viendo más hacia el lado comercial, y no es sino hasta “Gaudi” en el 87 que retoman su hilo conceptual.



A finales de la década de 1980, Eric Woolfson abandonó el grupo para dedicarse a componer para musicales de teatro, sin embargo volvieron a reunirse momentáneamente con el breve proyecto Freudiana. Al igual que los primeros discos, Freudiana es una joya que evoca los grandes trabajos del Proyecto. Por problemas por los derechos de producción de la firma Arista, Freudiana aparece como trabajo firmado por Woolfson. Una vez más, los seguidores del Proyecto nos enteramos indirectamente de la existencia de este material, y al igual que antes, empezamos la labor de búsqueda frenética del último tesoro de Parsons/Woolfson (en mi caso tuve que pedir Freudiana en Amazon en una serie de discos producidos sólo en Alemania, ya que en México no se distribuyó).


En un álbum reciente que fue lanzando casi en paralelo con el fallecimiento de Woolfson, el comenta un punto clave para entender su obra y su trayectoria: “La decisión de llamar al proyecto como “El Proyecto de Alan Parsons” fue a la vez la mejor y la peor de mi carrera. La mejor, porque he disfrutado los beneficios del éxito de TAPP sin tener el reconocimiento público y la atención de los medios. La peor, porque fuera de mi familia y de mis amigos, pocas personas tienen idea de quién soy y qué hago, y este es un precio que siempre sentí que tuve que pagar.”

De esta manera, cuando el pasado 4 de Diciembre se da la noticia del fallecimiento de Woolfson, muy pocos valoramos la nota en su justa medida, pero viendo y analizando la carrera de Eric en todos estos años, quizá fue la forma en que él así lo quiso. Los reflectores tampoco llegaron a él ese día… sin embargo, para los que crecimos escuchando su música y que a la larga nos fuimos convirtiendo en una especie de “cofradía de iniciados”, para los que seguimos poniéndonos los audífonos y sintiendo como calan en los huesos las enormes atmósferas del Proyecto, para todos nosotros esta es una pérdida irreparable. Al igual que nos pasó con grandes como The Beatles o Pink Floyd, el sueño de ver la dupla Parsons/Woolfson componiendo sobre grandes escritores de cuentos de misterio, sobre clásicos de la ciencia ficción, sobre los misterios de los símbolos antiguos, sobre el más grande arquitecto español o sobre el viaje a la mente del gran psicoanalista austriaco se ha ido junto con Eric.

“Somos dos del mismo tipo, el silencio y yo, necesitamos un tiempo para hablar sobre las cosas. Dos de un mismo tipo, el silencio y yo, encontraremos la forma de solucionarlo”

Eric Woolfson (1945 – 2009), in memoriam.



Comentarios

  1. No cabe duda Pablo que así tenía que ser, la muerte de Eric Woolfson se da la misma manera como transcurrió su vida, con poco o nada de reflectores, y sin embargo, resuena en las mentes de muchos de nosotros, amantes de su extraordinaria música.
    Te confieso que en mi caso, tampoco pude enterarme hasta que pude leer tu magnífica dedicación in memoriam a nuestro ilustre personaje quien ha marcado para siempre nuestra generación.
    Coincido en el hecho de que "la marca" del Proyecto Alan Parsons tiene su esencia en el trabajo de Eric pero así debía ser; no demeritar a nadie, es colocarlo mentalmente en el lugar que merece. Pensemos por un momento como se escucha "El Proyecto Eric Woolfson" suena extraño por obvias razones, sin embargo es un punto de referencia para entender y seguir difrutando de su obra.
    Ya en ausencia de Eric, Alan Parsons creó en 1996 su álbum On Air de donde, junto con Alan podemos dedicarle un poco de las letras de 'Brother Up In Heaven'...

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  2. Así es mi estimado Charly Brown. Como bien comentas, la música queda en el recuerdo y ya es parte de nuestra historia personal.

    Afortunadamente Alan Parsons y Andrew Powell han seguido haciendo otros discos como "On Air", "Time Machine" o "Try Anything Once", y ahí sigue el sello del Proyecto. Los materiales de Parsons están plagados de esos elementos inconfundibles que se iniciaron en el Proyecto, y que permitirán a los locos como nosotros traer de vuelta el recuerdo de Eric.

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