Tesoros de la Sierra Gorda

Fue una larga espera de casi 16 años para volver a la Sierra Gorda de Querétaro. Sin precisar exactamente el año de mi primera visita a las legendarias misiones fundadas en el Siglo XVIII por Fray Junípero Serra, recuerdo que en aquella ocasión tuvimos la oportunidad única de visitar la región de polizones con el grupo de la Maestría en Restauración de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guanajuato. Fuimos invitados un buen amigo, Carlos Hernández y yo, a través de otro amigo arquitecto que estaba estudiando dicha maestría. En lo personal, no tenía mayor referencia del sitio y de las maravillas que nos esperaban, que no fueron pocas. En aquella ocasión aparte de disfrutar buenos ratos con los amigos arquitectos, tuvimos la gran ventaja de contar con unos profesores que sirvieron de guías, dándonos detalles de la simbología y los contextos históricos, convirtiendo ese descubrimiento en algo memorable. 

Varios años después ya con familia, en el mes de mayo de 2008, emprendimos una nueva excursión con destino en la Huasteca Potosina, y fijamos como parte de la ruta subir por la Sierra Gorda de Querétaro para revisitar las misiones franciscanas, mismas que ofrecían un recuerdo entrañable de aquel primer viaje. Pero en esta ocasión el goce fue parcial, ya que justo nos tocaron en período de restauración. Si bien en la primera visita habíamos notado que les hacía falta una remodelada debido a su estado precario, nunca esperamos que esta coincidiera justo con nuestro regreso. A pesar de verlas en terapia intensiva entre andamios y obreros, esto no hizo más que acrecentar el deseo de volver pronto, y poder apreciar las misiones con nuevos vestidos. Y así fue como unos días antes de la publicación de este post, al fin pudimos completar la faena y adentrarnos en el semi desierto queretano, y así llegar al oasis natural de la zona inmortalizada por Fray Junípero, en donde todavía se nota la huella del trabajo comunitario que aportaron los franciscanos a esta noble región, originalmente de indígenas nativos que lucharon por su dignidad a sangre y fuego, y que consagraron su talento en las impresionante joyas arquitectónicas que conocemos hoy en día, pero eso sin dejar totalmente de lado su rebeldía hacia los conquistadores. 

Emprendiendo la ruta

Si hay un límite natural de la llamada “región huasteca” en la parte sur, quizás la Sierra Gorda podría ser tal límite, aunque los ecosistemas de la región sufren tantas variaciones en el trayecto, que el acotamiento de las regiones es dudoso. Por ahí dicen que la huasteca en realidad comprende las regiones donde se cocina y come el delicioso tamal de los tamales denominado zacahuil, vaya usted a saber. 


Hay que decir que el camino es largo y no apto para mentes y ojos cansados. Yendo por la carretera desde León a Querétaro hay un par de puntos en donde se emprende hacia el norte: el primero (desde la capital, segundo desde nuestro origen León) va por San Juan del Río y Tequisquiapan hacia Cadereyta o el segundo por Bernal. En ambos casos nos metemos directamente en el océano de curvas interminables de la “Sierra Gorda”, que es el nombre que recibe en este tramo la Sierra Madre Oriental en la zona comprendida entre Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo. En esta ocasión decidimos optar por la primera opción, enfilándonos hacia San Juan del Río, en donde hicimos una productiva escala en un puesto de gorditas y paseamos un poco por su centro histórico.

Siguiendo la ruta y pasando Cadereyta, hay un pequeño poblado llamado Vizarrón de Montes, que se encuentra dentro del límite municipal de Caderyta, y que es famoso por el trabajo de mármol y el ónix. Para los que vivimos en el centro-norte de la República, Vizarrón puede ser una alternativa más viable para hacerse de una lámpara, de un platón, de algunas jaboneras o de una losa para piso, que el famoso Tecali de Herrera, en Puebla, que se encuentra bastante más alejado de la región. 

A 45 kilómetros de Vizarrón, abandonando temporalmente la ruta de las misiones se encuentra San Joaquín, lugar por donde pudimos llegar a la zona arqueológica de Ranas. San Joaquín es una pequeña comunidad que se extiende oscilando de forma irregular en la ladera de las montañas, lo que permite apreciar notables panorámicas de sus tradicionales techos de teja, así como campos dedicados al cultivo de la manzana, producto emblemático de la región. 

El sitio arqueológico de Ranas es un conjunto que se ubica en la parte alta de la confluencia de dos cerros unidos. El sitio fue una ciudad fortaleza que fungió de igual manera como centro ceremonial, siendo la minería su actividad principal. En 1945 el Arqueólogo Eduardo Noguera propone que Ranas corresponde a una cultura de etapa teotihuacano-tolteca (entre los siglos VII y XI), posiblemente como una extensión cultural del altiplano hacia la planicie costera de Veracruz. Sus principales edificaciones se ubican sobre estructuras escalonadas, en una disposición ascendente que aprovecha la ladera natural del cerro, llegando a su pirámide principal, una simétrica mole apoyada en contrafuertes de peldaños. Desde ese punto se tienen unas vistas panorámicas fantásticas de los cerros circundantes. 
Después de un cansado ascenso y descenso por los escarpados pliegues del sitio, se nos apareció un hombre misterioso de sombrero y con un boletito en la mano, argumentando que habíamos entrado al sitio sin pagar derecho de estacionamiento. Y cuando le contestamos que habíamos pagado entrada al sitio, nos refutó que una cosa era el sitio, y otra el terreno, siendo éste de un particular. Así que no nos fuimos sin el acostumbrado sablazo del pequeño ejidatario, tan típico en todos los centros arqueológicos de México.

Saliendo del lugar y a unos pocos metros, aprovechamos para hacer una escala de degustación de los licores de manzana, tan representativos de la región, en el “Museo de la manzana de Doña Lore”, una peculiar marca de licor que llena las marquesinas, muros y carteles de toda la zona, cual si fuera la Coca Cola de la Sierra Gorda. En este lugar, que consta de algunos letreros explicando algunos aspectos de los derivados y procesos del fruto, hay una huerta en la ladera del cerro que goza de una vista aún más espectacular que la que se observa en Ranas. Ahí de manera furtiva cortamos alguna manzana, que no fue demasiado agravio considerando las varias botellas de delicioso licor de poma que le compramos a Doña Lore después de haber ingerido una dosis bastante nutrida de este elixir, así como de otro de anís que no le pedía nada a las mejores marcas.

Una vez abandonada esta escala se entra en una zona del silencio, ya que el paisaje cambia abruptamente del verde de las partes altas a un desierto de vegetaciones en colores apagados, tierras calizas y horizontes secos, adornado por interminables cactáceas que se extienden durante varias decenas de kilómetros. Esta parte del trayecto corresponde al municipio de Peña Miller. 



Y es pasando este punto, que empezamos a subir a las regiones más altas de la cadena montañosa, y empiezan a reverdecer los panoramas, hasta la llamada “Puerta del Cielo”, una angosta hondonada natural conformada por la confluencia de ríos en las montañas que recuerdan a la entrada del cañón del Sumidero, en Chiapas. Y poco tiempo después, arribamos a Pinal de Amoles, municipio en donde se concentra la mayor parte del turismo de aventura de la Sierra. En este lugar se unen varios ríos, como Extorax, el Escanela y el río Ayutla, haciendo de la región un paraíso de manantiales, arroyos y cascadas con atractivos como la caída “El Chuveje”, el arroyo de Infiernillo o el cañón de la Angostura. Ahí decidimos hacer nuestra escala alimenticia, y aunque las modestas y grasosas tortas de bistec, chorizo y suadero no fueron dignas de componer grandes prosas, el local donde los comimos era de los pocos que tenían al lado algún hueco para estacionarse, hecho que vale la pena destacar, ya que en período vacacional hasta el último resquicio del pueblo tenía autos estacionados, la gran mayoría de placas americanas.

Finalmente, llegamos al destino de nuestra ruta, empezando por el poblado más grande y referente típico de las excursiones: Jalpan de Serra. Los hoteles de Jalpan y principalmente el Misión, son los primeros lugares en llenarse en períodos vacacionales, por lo que en esta ocasión dimos otro viraje y mejor decidimos desplazarnos al Hotel Misión de Concá, ubicado a unos cuantos kilómetros de Jalpan, sobre la carretera a Concá pero un poco antes de esta comunidad. Fue una decisión acertada y aunque el nivel de servicio tuvo sus bemoles, el lugar esta enclavado en medio de la espesura serrana en lo que constituyó un antiguo casco de hacienda, hoy en ruinas. Bajo la sombra de una gigantesca ceiba de más 500 años y con el pintoresco detalle del personal ataviado con los clásicos atuendo de monjes franciscanos, el Hotel Misión Concá es un lugar apartado de la civilización, con un excelente temazcal ubicado a un costado de una exquisita fosa de cristalina agua de manantial, así como una alberca de buen tamaño, y un restaurante de comida bastante aceptable, condición muy deseable ya que no hay otro lugar para comer en varios kilómetros a la redonda. Ahí fue la base para en próximos días visitar tranquilamente cada una de las 5 extraordinarias misiones franciscanas, concebidas por los indígenas huastecos, panes y jonaces de la región en un complicado, para mi siempre deleznable, pero muy arduo proceso de evangelización.
A pesar de que estas misiones fueron construidas en el Siglo XVIII, en ellas se pueden ver elementos de la arquitectura de las órdenes mendicantes del Siglo XVI. Esto tal vez se deba a que fueron erigidas en un territorio en curso de ocupación y evangelización, tal y como fue en el período de la colonia, llevada a cabo 2 siglos antes. Las construcciones forman parte al programa llamado de la “traza moderada” que implantara el virrey de Mendoza en el Siglo XVI y que adoptaron las órdenes franciscana, agustina y dominica, a través de los conventos-fortaleza. El programa consistía en un amplio atrio rectangular con tres accesos enmarcados por arcadas o portadas (de origen islámico) con una cruz atrial en el centro y las llamadas “capillas posas” en cada una de las esquinas. Es en este espacio donde se partía la enseñanza religiosa, ajustándose a la tradición indígena de aprendizaje en espacios abiertos y dicho sea de paso, protegiendo las imágenes, objetos y tesoros que se tuvieran dentro de las naves.

En la parte posterior del atrio se encuentra el templo y a un lado el portal de acceso al claustro, llamado de los peregrinos, de una o de varias arcadas. En el caso de todas las misiones el templo es de la forma tradicional de la cruz latina y el claustro es de un solo nivel. En dicho claustro habitaban los frailes, que se comunicaban con la iglesia a través de la sacristía. En todos los claustros de las misiones se reconocen las estructuras del salón de acceso, las celdas, el refectorio (comedor) y la cocina, atrás de la cual generalmente se ubicaba una pequeña huerta, que generalmente definía el final del conjunto.

En tres de las cinco misiones se denotan elementos similares que hacen pensar que se trató de proyectos concebidos por un experto arquitecto o alarife. Se sospecha que los planos y diseños fueron ejecutados en la Ciudad de México expresamente a pedido de la orden franciscana y que Fray Junípero los llevara consigo a la Sierra Gorda. Estas tres son las misiones de Jalpan, Tancoyol y Landa de Matamoros, que están compuestas de forma armónica en trazos de sección áurea, en planta y en alzado. Esta sección áurea parte de un proyecto euclidiano para trazar un pentágono, ampliamente teorizados por brillantes arquitectos del renacimiento como Leonardo da Vinci, Leon Battista Alberti, Filippo Brunelleschi o el franciscano Luca Pacioli. En el proyecto de una obra arquitectónica, la proporción y los trazos armónicos forman la estructura de tal manera que se crea una suerte de soporte invisible en los elementos y las formas que componen tanto las fachadas como las plantas.

Los elementos más notables que se repiten en las tres misiones son las siguientes: en los alzados se acentúa la parte central de la fachada donde se encuentra la decoración principal, una torre se encuentra al lado izquierdo del templo con una ventana en su parte baja; esta torre tiene en uno de sus ángulos tres remetimientos y termina en dos cuerpos con un remate piramidal. Entre la fachada y el acceso al claustro aparece un elemento que simula ser la base de otra torre y con una ventana rectangular; en realidad, en ese espacio es donde se ubica la escalera que sube al coro. Posteriormente, siguiendo de izquierda a derecha, se observa una o varias arcadas que dan acceso al claustro, y siguiendo esa misma línea se extiende el muro del claustro que ve hacia el atrio, en el que se tienen tres o cuatro ventanas. Las forma de las plantas de los tres templos es de cruz romana, con tres entrejes a la entrada, el transepto (rectángulo transversal), y el ábside (cabecera de la cruz).



En el caso de Tilaco y Concá se tienen otras composiciones que rompen este molde de forma libre; en Tilaco, el atrio es de dos niveles, la torre es más fina y alta y adosado a ella aparece un elemento de transición que es el bautisterio, elemento que se repite en proporciones al otro extremo de la fachada del templo; después viene el acceso al claustro. En Concá, la torre está ligada a la fachada del templo, y enmarcada por dos contrafuertes, y a continuación viene el acceso al claustro conformado por dos arcadas. Las capillas posas solamente existen en Tancoyol y en Tilaco, aunque es probable que también hayan existido en las otras misiones y después fueran destruidas, pero no se cuenta con mayor referencia que permita aclararlo del todo.

En el período histórico de Junípero Serra, se encontraban en proceso en México varias obras importantes que pudieron servir como referentes en la construcción de las misiones, todas ellas de diseño barroco. La sede de los jesuitas, la Villa de Guadalupe, había sido concluida por esas fechas, también el Palacio de la Inquisición, ambas obras de Pedro de Arrieta; el Altar de los Reyes en la Catedral Metropolitana, a cargo de Jerónimo de Balbás, arquitecto andaluz introductor en México del elemento llamado estípite (pilastra de tronco piramidal invertida que a veces tiene funciones de soporte), así como los templos franciscanos de Toluca y de Texcoco; así mismo, se iniciaban los trabajos de construcción del Templo de la Compañía en Guanajuato. Es probable que Serra y los frailes que lo acompañaban tuvieran conocimiento de estas obras e incluso, que pudieran tener algún contacto con los alarifes y que muy probablemente alguno de ellos le ayudara en la preparación de los proyectos para las misiones queretanas.

Se puede observar que estas hermosas construcciones no fueron producto de la casualidad. Los frailes tuvieron la habilidad de incluir en sus prácticas de doctrina a los indígenas las técnicas de construcción y albañilería, lo cual se deja ver en los elementos iconográficos claramente nativos de las fachadas y de otros detalles, como lo son la profusa vegetación, las frutas, los animales rastreros, las lenguas bífidas, los atlantes, las sirenas, los ángeles con penachos de plumas, las águilas, los jaguares, los conejos e inclusive los caracoles, representación prehispánica de la fecundidad. La bastedad de estos elementos en la fachada no se repite, como en algunos templos de Puebla, en los interiores del templo, dejando patente que el espacio más importante de adoctrinamiento eran los atrios.

Misión de Santiago de Jalpan



La misión está dedicada a Santiago Matamoros, pero curiosamente ya no hay vestigio de este santo, originalmente emplazado en el nicho central. En la restauración de la misión se optó por ocupar su nicho vacío por un reloj que parece muy simple, entre los barrocos y complejos cortinajes tallados en la cantera. Se asume que esta estatua pudo haber sido similar a otra que se encuentra en el Colegio de Indios de Santiago Tlaltelolco, en la Ciudad de México, pero esto es mera especulación.

Como referencia histórica Santiago es el santo patrón de España y sus famosos restos son venerados en Compostela. El camino a Santiago fue una de las rutas más importantes de la Edad Media y por él llegaban enormes peregrinaciones para visitar las reliquias del apóstol. En la conquista de México era común que los españoles invocaran en cada batalla la protección de este santo, modelo a emular por los misioneros. El culto a Santiago fue de los más difundidos de América, y al ver sus representaciones montado sobre un caballo, los indios pensaban que el santo y el caballo eran un solo ser, siendo en muchas ocasiones el caballo más venerado que el propio jinete. 



En las bases de la fachada de Jalpan se identifican las águilas bicéfalas, símbolo de los Hasburgo, pero con la peculiaridad de que éstas se encuentran mordiendo una serpiente. La historiadora francesa Monique Gustin denominó estos iconos como águilas “hispano-mexicanas”, y estoy seguro que se quemó el seso con tan creativa denominación. En la parte central, a los costados de la hermosa ventana que también es rodeada por elegantes cortinajes graníticos, se encuentran entre elaboradas estípites las figuras de las vírgenes de Guadalupe y del Pilar, y en la parte de abajo todo el corrillo de santos obviamente encabezados por San Francisco de Asís, patrón que repite en casi todas las misiones. En la parte central la Cruz de San Francisco, mostrando los brazos llagados de dicho santo y de Jesús, transmitiendo el acostumbrado dolor sombrío de la figura mayor de la Iglesia Católica, imagen también recurrente en las misiones. Todo esto enmarcado por un sinnúmero de figuras vegetales de hojas, tallos, mazorcas, flores y coronados por los ya citados caracoles fálicos de los indígenas.

Misión de la Señora de la Luz de Tancoyol


Siguiendo la misma estructura de Jalpan, la misión de Tancoyol forma un conjunto de torre, templo, claustro y atrio con tres accesos. Tancoyol es reconocible por la cruz en un nicho a de la misma proporción en la parte alta de su fachada, engalanada con el distintivo dosel con forma de cortinar que lo rodea, así como por la ventana central de forma alargada. También como en Jalpan, destacan los estípites de ingeniosos diseños enmarcando las figuras de los santos, entre los cuales hay algunos que ya no tienen sus cabezas, como San Pedro y San Pablo en el primer conjunto, o como San Antonio, en el tercero. 

En el nicho principal sobre la puerta, ya no se cuenta con la imagen que correspondería a la Virgen de la Luz. La desaparición de esta estatua, al igual que la mutilación de las cabezas de los santos fueron producto de los actos de vandalismo característicos de los períodos evangélicos y el posterior abandono de los sitios. El culto de esta virgen proviene de Palermo, Italia, en el Siglo XVIII, cuando Sicilia era parte de España; y su culto fue difundido en la península por los jesuitas. 
Sobre la ventana se puede observar la escena de la estigmatización de San Francisco, inspirada probablemente por los frescos laterales pintados por el Giotto para la Basílica superior de Asís siguiendo el texto escrito por el propio santo, en el que describe su visión de un joven crucificado con seis alas que resplandecía en el cerro como un sol, y que conectó sus llagas a través de rayos uniendo para siempre sus destinos.

Misión de la Purísima Concepción de Landa


A diferencia de las dos anteriores, Landa tiene una torre de dos cuerpos; el primero de planta cuadrada con dos arcos flanqueados por estípites, mientras que el segundo de planta hexagonal tiene arcos con medias columnas salomónicas, y todo esto terminando con un remate muy simple. Otra diferencia con sus otras dos hermanas es la capilla al lado derecho de la nave, que se comunica con el transepto. 

La decoración de su interior es quizás la más original de las cinco; tanto en la bóveda del sotocoro como en las naves están resaltados y pintados unos grandes rosetones circulares rodeados de pétalos; en uno aparece el teólogo y filósofo Duns Escoto pisando el cuello a un dragón y a sus pies tres cabezas de heréticos, y en los otros dos el arcángel San Miguel, con un curioso penacho y con el demonio en forma de dragón a sus pies. La influencia de Juan Duns Escoto es clave en la historia de la orden franciscana. Empeñado en construir un sistema filosófico sólido y coherente toma como base en las ideas de San Agustín, abandonando su doctrina de la iluminación por influencia de la filosofía de Aristóteles. Para Duns Escoto, el conocimiento de las verdades universales debe tomar como medio su abstracción.
Ambas representaciones, la de Duns Escoto y la de San Miguel son bastante interesantes, destacándose en los muros en su mayor parte monocromáticos de la misión y gozando de ese estilo tan particular que sólo los indígenas podían darle, convirtiéndolas en piezas únicas en todo México. De la misma forma lo son unos pequeños atlantes colocados en los capiteles de las pilastras en diferentes posiciones, enmarcados en columnas salomónicas. 

En la fachada nuevamente se aprecia la estructura de estípites rodeando a los santos, pero en Landa, la parte inferior tiene pequeños nichos incluso dentro de dichas estípites. Esta es una expresión característica de finales del barroco, siendo ésta la única de las misiones en que se observa. Las pequeñas figuras en esos nicho son las de San Jacobo de la Marca, San Bernardino de Sena, San Juan de Capistrano y San Alberto de Sarzana; al parecer, ya en esta misión se trató de incluir a la mayor cantidad de personajes en la foto. En la parte central, la virgen de la Pusísima Concepción coronada, que fue declarada Patrona de España y de las Indias en 1761 por Carlos III. 

Sobre la virgen coronada está una bella ventana octogonal rodeada por los símbolos clásicos franciscanos: las llagas y los brazos crucificados, y abajo de ellos las mesas cubiertas con paños de Duns Escoto y la madre María de Agreda, autora de “La Mística Ciudad” y personaje ilustre por obtener la declaración ante el rey de Patrona para la Purísima Concepción. La madre Agreda, tal y como lo hiciera Fray Junípero en la fundación de las misiones y evangelización, acudió se dice más de 500 veces a América para impartir religión entre los indígenas de la Sierra Gorda y en otras regiones al norte de México y ahora sur de Estados Unidos. En California se le reverenció bajo el nombre de “La Dama Azul”.



En el tercer nivel se encuentra un decapitado San Lorenzo, de culto bastante difundido en México, cargando con la parrilla de su tormento en la mano izquierda y un florero renacentista en el derecho. A sus lados aparecen dos medallones representando el de la izquierda, el descenso de la cruz mediante una cuerda bastante ancha, y el de la derecha, la escena de la Flajelación. Los cuatro santos de la fachada son los de siempre: Pedro, Pablo, Francisco y Domingo, mientras que en la parte superior otra vez la mítica imagen de San Miguel Arcángel pisando al dragón, que dejaba más que claro que la doctrina se impondría a la fuerza si era necesario, siempre pisando a la herejía simbolizada de diferentes formas. 

La misión de Landa es quizás la que denota más finos detalles en su impresionante fachada, y adicionalmente, es la muestra un trabajo de restauración más elaborado y minucioso. Los rojos que la caracterizan fueron matizados con degradados hacia el amarillo tanto en la fachada como en los rosetones interiores, un verdadero prodigio de color y un deleite a la vista.

Misión de San Miguel Concá


El otrora rojo intenso de la fachada de Concá, que la hacía aparecer anteriormente como una versión más pequeña de la misión de Tancoyol, en la actualidad el rojo ha sido reemplazado por un tono más bajo, cercano al naranja y con algunos motivos en verde. Estos colores le dan un carácter de individualidad que, sumados a sus menores dimensiones en comparación con las demás, la convierten en la “pequeña joya” de la colección.

Como ya se comentó, el plan arquitectónico es diferente. El atrio da la impresión de estar inconcluso debido a la pobreza de las bardas perimetrales y los accesos, y el claustro prácticamente ha sido destruido.

La composición de la fachada está presidido por San Miguel Arcángel empuñando su espada en actitud triunfal y con el demonio a sus pies, sujetado por una cadena, en su mano izquierda. Según se explica en el Apocalipisis, San Miguel, capitán de los ejércitos de Dios, luchó con el demonio que había adoptado la forma de un dragón. En la Nueva España, la representación de ángeles y arcángeles cobra un significado muy especial; los mensajeros invisibles de Dios fueron acogidos con entusiasmo por el pueblo, por lo que se volvieron de representación común en los templos y santuarios de todo México, algunos adoptando los cánones tradicionales y otros de carácter más popular.

La pandilla de santos en esta ocasión incluye en la base a Francisco y Antonio de Padua, y en el segundo cuerpo al Rey Fernando y a San Roque. En el centro se encuentra el símbolo franciscano, ahora mucho más prominente que en las misiones anteriores y decorado de verde en las hojas que lo enmarcan de forma señorial. En la parte central la acostumbrada ventana, de armoniosas formas curvas y rodeado por el cortinar de los angelitos, sello inconfundible en todas las misiones. La importancia de la fachada de San Miguel de Concá reside en su carácter popular; en ella se representa la naturaleza indómita viva, que corre por las cornisas y se enrosca en ellas; las vides silvestres se mezclan con flores de cuatro pétalos con un círculo al centro.

En la parte más alto, rematando la fachada, hay un conjunto que representa a la Trinidad. Los tres personajes son iguales y apoyan los pies en una esfera que representa el mundo. Se sospecha por la más baja calidad y espontaneidad de las esculturas, que este fue colocado posteriormente, ocupando el lugar que antes ocupaba la cruz como en las demás misiones. Respecto a la torre, ésta es de un solo cuerpo, de base octogonal y con cuatro arcos enmarcados por finas columnas estriadas con un collarín a la mitad, muy semejantes a las del primer cuerpo de la fachada.


Misión del Padre San Francisco de Tilaco


En Tilaco el atrio es de dos niveles y tiene dos capillas posas de diseño muy semejante a las del siglo XVI. Las bardas del atrio, con un diseño a base de arcos invertidos, se continúa en el muro de contención del desnivel, lo que le da al atrio la sensación de movimiento. La proporción del conjunto de la fachada y la torre es más armónica que en las demás misiones, ya que dicha torre es más esbelta y más alta que la de sus hermanas.

Los elementos de transición que enmarcan la fachada del templo le dan un carácter muy particular, ya que no son simétricos, pero combinan muy bien con los arcos que desembocan en el más grande donde se localiza el portal de los peregrinos. 

La fachada está tratada de tal manera que se resaltan los relieves y los claroscuros producidos por los elementos arquitectónicos como los nichos, los cortinajes, las cornisas y las ventanas, destacando el nicho emergente de San Francisco, así como la ventana central. Desde mi punto de vista, este marcado trabajo de diseño de los relieves y el detalle de sus figuras convierte a Tilaco en la fachada más bella estéticamente de las cinco. En el primer cuerpo las estatuas de San Pedro y un descabezado San Pablo, rodeados por columnas salomónicas muy similares a las de la figura superior de San Francisco. En el segundo cuerpo se encuentran de izquierda a derecha la Inmaculada Concepción y San José, con el niño en los brazos, rodeados por las clásicas estípites. El conjunto del cortinar y las formas de pétalos que rodean la ventana central es fabuloso, de la misma forma que el nivel de detalle de sus texturas.

San Francisco se yergue en la parte superior de la fachada en una postura feliz que sugiere que está observando la inmensidad de la Sierra Gorda, mientras está siendo alabado por un ángel con guitarra, otro con violín y otros dos que retiran los cortinajes que lo rodean. Arriba del santo, un enorme florón remata la fachada, mientras que del lado derecho se encuentra otro que a su lado tiene un jaguar con claro simbolismo prehispánico.

El conjunto de Tilaco denota un gran amor en homenaje a San Francisco, quizás de los más auténticos personajes de la tradición litúrgica. Un santo que amó al pobre, al sol, la luna, las estrellas, las plantas, las aves, los peces y a los lobos, y que ahora extiende su afecto al maíz, los jaguares y la gente de la Sierra Gorda. El mensaje de esta misión es de paz espiritual; no hay espadas, no hay sufrimientos, no hay miedo; algo que las otras órdenes debieron de tomar más en cuenta de la tradición franciscana y que lamentablemente, casi nunca fue así.


Final de la Jornada

Para viajar entre las misiones, las distancias oscilan desde los 15 a los 40 Km, por lo que es posible hacer los recorridos fácilmente en un par de días, y encima tener tiempo libre para relajarse disfrutando de la naturaleza de la sierra. Aparte de la belleza de las propias misiones, que ya se ha descrito de sobra, las rutas entre montañas nos ofrecen un sinnúmero de posibilidades para obtener algunas excelentes fotografías. Asimismo, el Hotel Misión de Concá permite algunos paisajes brillantes de las elevaciones cortando los horizontes en medio de entornos brumosos en la mañana, creado esa sensación de bienestar que sólo se tiene en el contacto más puro con la naturaleza, así como disfrutar de esos rojos atardeceres en los que las casas y los árboles van agarrando tonalidades naranjas, aprovechando claroscuros de columnas, sombras alargadas de las torres coloniales o reflejos espectaculares en los manantiales y los ríos. 

Y como siempre sucede después de un balsámico descanso, es también agradable emprender el regreso, y aunque en anteriores ocasiones el viaje a la Sierra Gorda ha sido el preámbulo ideal para seguir con la visita maravillosa a la Huasteca Potosina, esta vez no organizamos el recorrido de esa manera. Bien dicen que siempre habrá que dejar un resquicio abierto en los viajes, que nos sirva de pretexto para volver.

El camino de regreso fue siguiendo una ruta un poco distinta a la de llegada. Desde Concá, la ruta pasa de igual manera por Jalpan, por Pinal de Amoles y por Peñamiller, pero antes de llegar a Cadereyta e incluso antes de la desviación a San Joaquín, existe una bifurcación hacia Higuerillas, que va directamente a Bernal, uno de los Pueblos Mágicos más visitado por los turistas chilangos y queretanos, y que es un destino casi obligado de escala. Saliendo de los paisajes verdes de sierra arriba, el panorama de regreso por este lado es particularmente tedioso. La gran peña de Bernal se ve después de un rato bastante largo de curvas interminables y es curioso notar que los tramos de carretera que se encuentran en mejor estado (incluso con partes que parecen autopista) son breves y concluyen cada vez que se abandona su localidad aledaña en turno, que tampoco se destacan mucho por su número. Cuando llegamos a ver la roca, el tiempo pasa a ser más relativo, ya que da la sensación que por más que uno maneje, ésta se va alejando estirando la ruta. Lo cierto es que ya a pocos kilómetros de Bernal, se tienen ocasiones inmejorables de parar a un costado de la carretera y captar con la cámara algunos paisajes que la presencia de la mole hace memorables.



Así fue como llegamos a Bernal, un hermoso lugar sin duda, que a pesar del exceso de turismo se disfruta bastante. Las pinturas ocres, amarillas, marrones y de rojos quemados tan característicos de los pueblos coloniales se mantienen en perfecto estado, mientras que las calles poseen a las características vendedoras indígenas ofreciendo artesanías, hippies musicales entonando las baladas gringas de ayer y siempre, o simplemente vendiendo manualidades; locales de souvenirs, dulces típicos, tascas tradicionales y restaurantes con toda la gama de opciones (desde platillos de sofisticados chefs hasta gorditas de comal), y todo esto bajo la panorámica única de la gran peña dominando el paisaje, que siempre abre la posibilidad de sacar nuevas postales como parte del botín de viaje. Lo cierto es que es imposible no encontrar un lugar donde meterse y pasar un buen rato. En nuestro caso, el aroma de las pizzas de leña nos encausó a un restaurante y café de nombre D' Jireh, justo enfrente de la plaza central, y un poco atrás de la iglesia de San Sebastián.

El lugar era agradable, adornado con una gran variedad de cactáceas, y sus pizzas resultaron bastante buenas, aunque dicen que el hambre ensombrece el criterio…  pero al menos eso nos pareció. Además, el café tenía unos deliciosos pastelillos artesanales que resultaban un complemento muy interesante. Así que en términos generales, se pude decir que valió la pena la espera, y que a pesar de no tener muchas referencias, el G’Jireh cumplió muy bien las expectativas.

Para bajar la comida salimos a caminar un rato por las calles del pueblo. Justo enfrente a la iglesia, existe un lugar que tiene un café en la entrada, pero que también tiene varios locales de artesanías y lo que parece un instituto cultural. Subiendo unas escaleras y en un área dedicada a eventos de sociedad, había una pequeña reja con candado que sólo aparentaba resguardarla, ya que se encontraba abierto. Y así, de forma furtiva y sin preguntarle a nadie, pasé a la azotea del lugar desde donde se tiene una vista fantástica del templo con la peña de fondo, una postal emblemática de Bernal que sólo podría ser tomada desde este punto. Y así, después de algunos cuantos disparos con la cámara y con zumo cuidado abandonamos el lugar dejando el inútil candado en su lugar, después de haber obtenido algunas imágenes para el recuerdo.

Después de merodear un poco, volvimos al auto y emprendimos la ruta hacia Querétaro y desde ahí, de regreso a casa en León. El sol poniente nos acompañó un rato y después una tremenda lluvia en la carretera, sellando el fin de nuestro camino. Fue un paseo muy recomendable para aquellos curiosos que, más allá de los prejuicios que se puedan tener del tiempo de las colonias en México, entienden la herencia de tesoros fantásticos que se pierden entre las montañas, tesoros que se quedan con nosotros ahí latentes, siempre invitándonos a volver y hacer nuevos descubrimientos.

Y como el camino de la vida, el Diario Portátil ya prepara nuevos capítulos… ¿Qué podrá ser mañana? sólo el viento nos indicará la dirección.

Notas:


1) Todas las fotos aquí expuestas son de la autoría de (c) Pablo Muniz Cánovas.
2) Las notas históricas fueron tomadas principalmente del texto "Querétaro, Tesoros de la Sierra Gorda" diseñado en 1992 por Grupo Azabache, con textos de Jaime Ortiz Laujous y redacción de Teresa Segovia; así como de otras fuentes de Internet.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Reflexiones sobre “La ciudad y los perros”, de Mario Vargas Llosa

Cascada de Tamul, Huasteca Potosina