Recomendación del mes: “El Gran Gatsby” de Scott Fitzgerald
Escribir no es fácil. Me refiero a tratarlo de hacer como una manifestación creativa... ¿a caso lo has intentado alguna vez?
Más allá de que alguien lea tus líneas en un mundo donde la información fluye de forma más acelerada de lo que nunca nos pudimos imaginar. En ese mundo el valor de cada palabra se va reduciendo, cada uno de nosotros pasa manos tiempo reflexionando en una idea, ya que pensamos que todo ya ha sido dicho por alguien anteriormente. Ahora más que nunca escribir no es fácil, ya que nadie tiene el tiempo para entender y apreciar las ideas de otros.
El “Gran Gatsby”, novela publicada a mitad de la década de los 20, es una novela que realmente enseña el valor la síntesis, el peso de las palabras y la efectividad narrativa. No hay mucho que yo pueda agregar a lo que ya se ha escrito por miles y miles de lectores, críticos, académicos o entusiastas desde su publicación. Sin embargo, ante la pequeña comunidad que puede estar leyendo estas líneas, sí haré el esfuerzo de dejar claras algunas reflexiones que espero inviten a la lectura de esta gran obra.
Cuando Scott Fitzgerald publicó esta novela no fue valorada en su justa dimensión y se acusó al autor de forma muy ligera, dejándola relegada a una obra menor. La novela, como suele suceder con los grandes clásicos, fue ganando dimensión en el tiempo hasta convertirse en uno de los referentes de la obra de Fitzgerald. Quizá si Estados Unidos y en general el “American Way of Life” no hubiera tomado la dimensión que tomó en la segunda mitad del siglo la novela hubiera quedado como una pequeña pieza relegada al olvido. Sin embargo, después de que el mundo ha tenido que tomar (para bien o para mal) la sociedad americana como el referente de la cultura occidental después de la Segunda Guerra Mundial, la novela agarra una dimensión fascinante, ya que permite entender la psicología detrás de esa sociedad.
En unos cuantos capítulos que describen 5 o 6 situaciones Fitzgerald nos da una lección de lo que su contemporáneo Hemingway reflexionó sobre la labor del escritor, que palabras más, palabras menos versa así: “La buena novela debe ser como la punta del iceberg, el 10% que sobresale pero que está sostenido por otro 90% de conocimiento del tema del que se escribe”.
En la novela el narrador, Nick Carraway, intenta rescatar la imagen de su amigo Jay Gatsby. Gatsby se hunde de lleno en el mundo de la aristocracia de los periodos anteriores a la gran depresión del 29, donde la bonanza que le dejó a Estados Unidos la Primera Guerra Mundial está en su apogeo. Él está soñando rescatar un sueño de idílico de su juventud. A los ojos de Carraway “Gatsby resultó ser un hombre de una pieza; lo que le devoraba era el turbio polvo flotando en la estela de sus sueños, lo mismo que encerró temporalmente mi interés en las abortivas tristezas y cortas alegrías del género humano”.
Gatsby también es un nuevo rico, con la inteligencia de amasar una fortuna prácticamente de la nada, un personaje extraño que denota intereses obscuros que deja clara la famosa máxima americana “el fin justifica los medios”. Es un tipo que organiza grandes fiestas que se van convirtiendo en auténticas bacanales, y donde confluyen todo el cinismo, la hipocresía y la falsedad de una clase dominante que se ve tentada por las luces de los reflectores. Nadie sabe de dónde viene este Gatsby, pero todos tienen teorías disparatadas que tratan de explicar su origen y el de su extraña fortuna. Gatsby por su parte, abre de par en par las puertas de su mansión para después desaparecer en las sombras.
Por el otro lado están los Buchanan, Daisy prima del narrador y Tom, su exitoso marido y paladín del Destino Manifiesto. Tom y Daisy son ricos de abolengo, arrastran adentro de su mansión del lado Este de Long Island un pasado de mentiras y traiciones dentro de un núcleo familiar que luce perfecto e inmaculado.
Nick, aparente personaje inocuo y casi insignificante entre estos núcleos de poder, se convierte en el catalizador del encuentro entre Gatsby y los Buchanan. Las situaciones que se desarrollan a partir de ahí van cobrando un espiral vertiginoso que conforma la trama de la novela.
Fitzgerald es capaz de dejar en carne viva el centro de podredumbre detrás del mundo de la burguesía, pero lo hace con un refinamiento formidable. La historia se narra casi como un cuento de hadas, con metáforas y alusiones a los mundos ideales de cada uno de los protagonistas… ese doble discurso es la gran virtud de la obra desde mi punto de vista.
Escribir definitivamente no es fácil, pero si cada intento puede buscar esa magia detrás de historias como “El Gran Gatsby”, es un esfuerzo que definitivamente vale la pena.
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