Por qué volver a Rayuela de Julio Cortázar
En un tiempo dominado por decisiones entre
iPhone y Android, en el abandono de tu restaurante favorito porque ya no se
ajusta a tu prescripción calórica, en si podrías alcanzar ese crédito que te
permita conducir el auto de tus sueños adolescentes, en empezar a pensar que
una corbata o camisa rosa denotan la imposición del triunfador contemporáneo
ante arquetipos olvidados; es en esos momentos, que leer la obra cumbre de
Cortázar “Rayuela” viene muy bien. Una novela que cruza a la otra orilla, la de la locura de los artistas.
Rayuela es una obra anárquica, que se analiza a
si misma como contra-literatura, una novela que nos obliga a entrar en la
consciencia del pensador libre, aquél que no está sujeto a los parámetros de su
época. Su protagonista Horacio Oliveira, es la antítesis del tipo esquemático y
rutinario; es la esencia del intelectual errante y egoísta que vive al margen
de los prejuicios creando su propia aventura surrealista.
La novela es una secuencia interminable de
retazos y recortes de las vidas y las reflexiones de este singular personaje, de
sus amistades y de la gente que lo rodea. La única estructura que se
identifica en su lectura está compuesta por tres grandes partes: la de la etapa
en París, donde el protagonista se acompaña de Lucía (“La Maga”), uruguaya madre
de un bebé llamado Rocamadour, y de un conjunto de amigos que conforman una aventura
bohemia llamada “el Club de la Serpiente”; la segunda, que habla de su
posterior regreso a Buenos Aires viviendo la rutina de la vida auto marginal con
su pasiva compañera Grekrepten y sus amigos de hace años, Traveler y Talita; y el
tercero y último, compuesto por un conjunto de fragmentos que tanto complementan
las partes de la novela, como relatan pasajes y reflexiones de sus personajes, como
gránulos esparcidos alrededor de la historia, sin mayor conexión con ésta.
La invitación de Cortázar con Rayuela es para
que la persona que agarre el libro no sea un espectador pasivo, si no que ayude
a armar el rompecabezas, proponiendo de igual manera su lectura lineal, su
lectura en el orden que nos sugiere el autor y a la vez invitando a romper completamente
las reglas y agarrar capítulos de la forma aleatoria. Mientras uno la va
leyendo, este juego se torna a veces exitante y a veces complicado, la falta de
hilo en la lectura es sin duda un reto que requiere de un esfuerzo y
concentración importantes. Una cosa que me pareció muy interesante de este
método, y es algo que sólo se puede decir una vez que se ha concluido con su
lectura, es que una de los pocas novelas que me ha tocado leer, que fluyen como
lo hace el pensamiento, a través del entretejido desordenado de vivencias y
recuerdos. El momento instantáneo puede ocurrir ahora o puede haber sido una
imagen mental de algo que pasó hace un año, o hace diez, o en etapas de la vida
en que éramos personas completamente diferentes.
La etapa en París está dedicada a las andanzas
en la vida nocturna y al club; además de la pareja de Oliveira y la Maga, se
encuentran singulares personajes como el pintor Etienne, la pareja americana de
artistas, Ronald (pianista) y Babs (ceramista); Gregorovious, intelectual
rumano claramente interesado por La Maga, entre otros. Entre ellos destaca el
escritor Morelli (que podría ser el mismo Cortázar), que a pesar de tener una participación marginal
en el grupo, se vuelve una pieza central en el contexto de la novela, ya que es
a través de su ojo es que se desmenuza y analiza la esencia de la obra,
inconforme con los preceptos básicos de la literatura, y de esa forma se hace
partícipe al lector del proceso de la creación.
Un conjunto de eventos ocasiona la salida o
escape de Oliveira de París, definiendo su regreso a Buenos Aires. El detonante
y las motivaciones de este regreso pueden inclinar al lector a hacer severos
juicios a Oliveira, pero hacerlo o no la novela lo deja en nuestras manos; sin
embargo, es en el rencuentro con el pasado olvidado en el que Horacio Oliveira
vive el desasosiego de los fantasmas que está dejando atrás. En esta parte, junto
con Traveler y Talita, Horacio se adentra en nuevos entornos como el circo, y
después, cuando el patrón decide emprender un nuevo negocio, en un manicomio. Los
mundos en la etapa bonaerense resultan irreales, ilógicos y como fuera del
contexto “normal” de la ciudad, definiendo un paisaje mental de zona en abandono.
Es en esta etapa que la figura de la Maga crece como algo inalcanzable, siendo
el fantasma y la constante en la vida del protagonista.
De tintes obscuros, difíciles y rasposos, he de
decir que esta novela experimental trae una carga importante en mi vida
personal. Mi padre Ariel, que como hombre de letras le tocó vivir el período
donde esta obra le dio un completo golpe de timón a la literatura hispano
americana, que también le tocó nacer y crecer dentro de los contextos de la novela,
que en su vida experimentó varias veces la movilización a tierras lejanas, el
contacto con personas totalmente diferentes a su idiosincrasia y tradiciones, así
como el retorno después de muchos años a mundos que ya habían cambiado. La lectura
de la novela cambia mucho habiendo vivido en ese entorno, se siente mucho más
cercana de lo que podría representar para un lector cualquiera, ya que se
entiende como una parte imprescindible de mi propia existencia, eliminando gran
parte de lo que es su aparente hermetismo.
Leyendo Rayuela en una edad de madurez, después
de esas interminables conversaciones con mi padre, entendiendo desde dentro la
dificultad de su construcción creativa que la obra muestra de forma deliberada;
hace que se incremente su valor. Definitivamente no es una obra simple y muchos
pasajes requerirán, como sucede en los realmente buenos libros, relecturas
futuras. Pero lo que nos deja aquí Cortázar es un conjunto de posibilidades, de
infinitas combinaciones donde el lector puede crear sus propias historias o simplemente,
abrir la mente y que el guion se construya en completa abstracción; porque la
mente y la experiencia humana no son lineales, no se ajustan a una trama
literaria, no se mueven dentro de límites pre establecidos, no hacen siempre lo
“correcto” o lo “justo” y eso precisamente es lo que nos hace perfectos e
irrepetibles como seres humanos. Rayuela es una obra que puede ser un juego, o
como tituló Cortázar a otra obra de forma más deliberada un “Modelo para Armar”,
pero también puede ser el inicio de un cambio en la interpretación de la
realidad que nos rodea, de una forma menos simplista y banal.
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