Notas sobre "La Defensa", de Vladimir Nabokov

Quizás de una concepción impensable, ¿sería posible adaptar la táctica del ajedrez para que pueda funcionar como novela? Después de haber leído esta obra que se dio a conocer en unos cuantos ejemplares publicados en Berlín, en 1930, me sigue quedando la duda. A pesar de que alguna vez practiqué con cierta pericia el llamado juego de los reyes, nunca llegué a hacerlo de forma demasiado dedicada, y así adentrarme en la célebre visión anticipada que se conoce de los grandes maestros del juego. Tal vez desde este punto de vista, no soy del todo el mejor para confirmar o denegar que el recurso es lícito, sin embargo, lo que sí puedo afirmar con toda seguridad es que, si hay alguien capaz de hacerlo es el genio de Nabokov y que, la sola idea del intento, lo hace un texto bastante encantador.

El libro había estado en la biblioteca de mi padre desde hace más de 4 décadas (la edición es de 1964), y su destino era probablemente nunca ser abordado nuevamente. Las gastadas tapas duras de color azul marino exhiben en el lomo el título, el autor y la editorial con letras plateadas, mientras que en la portada y en la contraportada están adheridos de forma por demás burda, algunos recortes de lo que en su momento pudo ser una lujosa portadilla, exhibiendo gastadas imágenes en rojo y negro de las piezas del ajedrez, y destacando al rey en primer plano. En medio de las piezas la desvanecida imagen de dos amantes abrazados en un diván. La mujer con un vestido blanco que va desapareciendo gradualmente y el hombre de espaldas, embebido en su amorosa operación. Sobre estas imágenes, otra vez el título, con letras azules celestes coronando la escena.

La novela a pesar de ser de lectura cordial, está más basada en la atribulada biografía y los devanes mentales de su protagonista, de nombre Luzhin, un brillante jugador de ajedrez. De hecho el título original es La Defensa Luzhin, haciendo referencia a esas grandes jugadas que se identificaron con los nombres propios de los maestros del juego. 

Desde el prólogo, y muy al estilo sarcástico y erudito de Nabokov (para algunos luminoso, para otros chocante), se dan algunas notas de las motivaciones, la pequeña historia de la novela y, muy importante, se advierte claramente al lector: si no hay cierto conocimiento del ajedrez, o si sólo existe el gusto por las tramas lineales y llenas de diálogos, este no es el libro correcto y es mejor agarrar otra cosa.

La historia de Luzhin, siendo un niño retraído que, por coyunturas históricas se ve obligado a dejar su Rusia natal se va armando de partes, de capítulos de su vida así como la de su familia cercana y personajes que giran en su pequeño universo. Hijo de un escritor de historias infantiles que gozaba de cierta fama, en la escuela siempre fue objeto de comparaciones con el personaje protagonista de las historias de su padre, lo cual lo fue llevando a evadir la convivencia con los niños de su edad. Esto, adicionado con una relación tormentosa de sus padres plagada de engaño y traición, hace que Luzhin vaya escapando de su realidad hasta que un día, por azares del destino, descubre en el ajedrez un efectivo refugio, empezando a tomarle un gusto casi secreto y obsesivo. Este es sólo el inicio de una historia que se construye a partir de saltos temporales en la vida del protagonista, que no viene a cuento exponer aquí para no echar a perder su lectura.

La construcción de la novela es arriesgada, ya que nunca se da pie a una lectura lineal. Como el ajedrez, siempre hay una intención oculta. Los hechos se anticipan, la visión del mundo se distorsiona, la desconfianza y la sensación de traición y las conspiraciones aparecen a cada paso. La vida entonces va perdiendo la noción de realidad y la amenaza a un rey que se mueve torpemente dentro de un universo de casillas blancas y negras van construyendo las posibles combinaciones para la Defensa de Luzhin. La sensación de ahogo y opresión va en aumento, dejándonos con ese sabor de boca que sólo dejan los grandes clásicos de misterio.

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