Reflexiones de "Temporada de Zopilotes" de Paco I. Taibo II

Punzante como una navaja, de frases cortas y efectivas, bailando entre balas de metralla y fuego de cañones y destilando la ponzoña de la traición, Paco Taibo II nos da su versión áspera y sin adornos de la Decena Trágica. Una historia difícil de contar, ya que a la postre no hubo vencedores ni vencidos, simplemente esa desazón que deja la continua pugna por el poder, y por lo que simboliza en un período convulso de profundos cambios en México.

Pero vamos por partes. Es de todos sabido que los orígines narrativos de Paco tienen como base la novela negra americana, de la cual existieron dos grandes referentes: Dashiell Hammet y Raimond Chandler. Mientras el primero se decantaba por el método conciso y directo del recuento de hechos al más puro estilo de un informe policial, al segundo lo tentaban constantemente las mieles del humor, de la metáfora, de la realidad deformada por el lente de lo ridículo. En “Temporada de Zopilotes”, Paco claramente recurre a las herramientas de Hammet, dando su versión de los hechos en esos días transcurridos entre finales de 1912 e inicios de 1913 en que el México revolucionario sufre su primer gran prueba. Y más allá de la muy conocida y documentada historia de los dos intentos de golpes de estado ejecutandos contra el gobierno de Madero (versiones más o menos ajustadas), la pequeña novela fluye a una velocidad vertiginosa, quitándole ese polvo anquilosado de los libros de texto y los documentos oficiales, y enmarcando los hechos en cuadros que bien podrían ser parte de un cómic de acción.

La constante de la novela es la muy conocida ingenuidad (rayando en la estupidez) de Francisco I. Madero, al pensar que la nueva democracia se podía construir con base en la tolerancia a la gente que protagonizó, usufructuó y creció a la luz del régimen dictatorial de Porfirio Díaz, que se perpetuó en el poder durante varias décadas. La conspiración fue consumada por los herederos del porfiriato,  Bernardo Reyes y Félix Díaz, ambos en ese momento tras las rejas, con el soporte del general Manuel Mondragón y el intrigante embajador americano Henry Lane Wilson, cuyos intereses, construidos y entrelazados con las raíces del porfiriato se veían seriamente afectados por el nuevo y joven Gobierno Mexicano. 

En un primer asalto, un atropellado ataque encabezado por un Reyes sediento de venganza, es contenido por el General Lauro Villar, de los pocos leales a Madero, justo después de ser liberado de su prisión militar en Tlaltelolco. El hijo de Bernardo, Alfonso Reyes, escribiría años después en el exilio “una obscura equivocación es la relojería moral de nuestro mundo”, ya que su padre debió haber procedido con más inteligencia y menos atropellamiento, consolidándose como el verdadero usurpador y un hombre que, desde su punto de vista ético, era de más valía que el que a la postre quedó como el gran triunfador del movimiento, Victoriano Huerta. 

De acuerdo con los hechos recopilados en la novela, el golpe de estado no fue más que una combinación de sucesos desafortunados que denotaron muy poca inteligencia militar, como la posterior toma de los rebeldes de la Ciudadela, siendo que contaban con un ejército mucho más grande que los leales; o como el nombramiento de un intrigante nato como Huerta como General en Jefe después de que Villar terminó herido en el primer embate, o como la desconfianza de Francisco de las advertencias de su hermano Gustavo, que veía la conspiración con mucha claridad. Tanto la veía claro que posteriormente se la harían pagar con creces los militares en la misma plaza de la Ciudadela.

La novela es un buen recordatorio de la herencia política sobre la que se fundó el México contemporáneo, montado sobre una base de traiciones, de conveniencias, de corrupción y de traición. Una estructura de poder la cual fue imposible de controlar por ese pequeño grupo de legalistas que trataron de que se respetaran las leyes, en una democracia que hoy, a más de 100 años de estos turbulentos hechos, nunca se he terminado de consolidar en México.

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