Un Lugar para Recomendar cerca de la Ciudad México

Reviviendo el Blog después de dos largos meses y del nacimiento de nuestro querido Diego… del cual habrá espacio para hablar en siguientes publicaciones, se me ocurrió una buena idea recomendar un lugar al que salimos hace algún tiempo y que resultó mucho más interesante de lo que pensamos en un inicio.

Corrían tiempos vacacionales de Semana Santa en que toda la comunidad chilanga abandona la ciudad, en estos momentos uno puede tomar dos caminos: seguir la borregada a los sitios vacacionales para ver esas imágenes grotescas que incluyen tipos en la playa con bermuda y zapato ejecutivo o señoras en la playa con tubos en la cabeza y lentes de oficina, o bien quedarse a disfrutar de la tranquilidad de la Ciudad de México, en donde hasta el aire se limpia en el éxodo defeño.

Contra todos los pronósticos, este puente nos fuimos junto con mamá y unos amigos (Manolo, su esposa Francis y su hermana Carmen) por la primera opción, y decidimos pasar por el infierno de las carreteras de este gran país, que en aquella ocasión se convertían en una extensión del periférico. El lugar es una recomendación de una amiga de Anita que se encuentra cerca de Xochicalco, en un oasis en medio de ningún lado conocido como la “Casa de las Flores”.

No he de negar que la salida fue un calvario… entre los 700~800 m que separan Cuicuilco de Perisur, al sur de la Ciudad, tardamos más de 2 horas, y lo que en condiciones normales sería un viaje de 1:20 hrs se transformó en un infierno de casi 5 horas desde que salimos de la ciudad hasta que arribamos al pueblo de Miacatlán, en donde se encuentra el Hotel. Bueno, tan zombie venía manejando buscando la entrada al Hotel, que todavía seguimos 10 Kms más porque nos pasamos de la entrada, enfilándonos prácticamente hasta la ruta de las Grutas de Cacahuamilpa.


Para que no suceda lo mismo que le ocurrió a un servidor, favor de tomar como referencia la entrada al pueblo el Rodeo, en el Municipio de Miacatlán, y de ahí estar al pendiente de la primera gasolinera que encuentren del lado derecho. En la gasolinera entrar en la primera calle a la derecha, misma que tiene partes de terracería y que hacen algo emocionante la experiencia de la bajada (ver mapa anexo). O simplemente cargar en un tu navegador GPS las coordenadas 18° 47’ 09.79” N, 99° 18’ 47.85”. Una vez superados los primeros metros de ese caminito miserable, agarramos una explanada de concreto bastante más decente hasta la entrada del hotel.

En cuanto uno va entrando al lugar parece que pasó por el purgatorio y se va dirigiendo al paraíso. El hotel es un grupo de pequeñas cabañas esparcidas por aquí y por allá en una villa llena de verde, de todo tipo de plantas y árboles… en donde desde el primer momento se siente una inyección de tranquilidad que va contagiando, convirtiéndonos en criaturas etéreas.



Las criaturas etéreas que son los hospedados en este hotel básicamente siguen un circuito de desplazamiento lento que va de la tumbona a la alberca, de la alberca a los servicios de masaje, de los masajes al restaurante y del restaurante a la cama perdiendo la noción del tiempo.


Los dueños y administradores del hotel se han preocupado por mantener lo que antes fue un ambiente familiar en el lugar tranquilo y de retiro que es hoy en día. Por supuesto que lo primero que se recomienda hacer es programar algunos tratamientos de spa sibaritas; algunos ejemplos son el baño de barro para la piel que se dio Anita y Manolo y yo entrando al extraño mundo del temazcal.

Fue nuestra primera experiencia en un temazcal y bueno, hay toda una sesión preparatoria para este rito sagrado. En la sesión, nuestro anfitrión nos explicó que el temazcal busca replicar las sensaciones que se tienen en el vientre materno antes del nacimiento (una circunstancia actual muy ad hoc), y la purificación que se tiene a través de la integración de los cuatro elementos básicos en la antigüedad: el agua, a través del vapor que va inundando el lugar; el fuego, representado por las rocas calientes que dan atmósfera al sitio; la tierra, que se encuentra en el barro de los bloques que conforman el habitáculo y el aire que va llenando los pulmones a través de las hierbas aromáticas. La experiencia de estar en un lugar totalmente cerrado puede ser claustrofóbica para mucha gente, pero para nosotros se convierte en momentos de reflexión y de conversación con nuestros compañeros. Al igual que en un sauna, uno puede salir en cualquier momento a echarse un buen chorro de agua fría y liberar las toxinas que expulsa mediante el sudor. Aunque estar en esa placenta de barro no es la experiencia más agradable, ya que se va inhibiendo la respiración y el cuerpo va deshidratándose, el resultado es por demás vivificante. Uno sale como nuevo, con la respiración totalmente descongestionada y con una sensación de frescura que difícilmente se siente en días normales.

Muy cerca del sitio se encuentra Xochicalco, a la cuál hago mayor referencia en la sección de “Los Sitios” (en la columna derecha del blog), incluso una construcción de este sitio en la ladera de uno de los cerros se llega a ver desde el Hotel. Xochicalco significa, valga la coincidencia, “La Casa de las Flores” y es un lugar mágico, una ciudad que se cuela entre las colinas tomando ventaja estratégica de las formas del terreno. La ciudad nos habla del viejo esplendor de la cultura Xochicalca, la civilización guerrera que dominaba el valle de Cuaunahuac hace muchos años. En aquella época el valle era cubierto por todo tipo de flores y cultivos, mismos que al desaparecer causaron las revueltas que acabó con esta ciudad guerrera. 






Si uno considera que los costos de este lugar no son tan elevados como los de los típicos spas que abundan en Cuernavaca, y lo que se busca es un rato de tranquilidad en un ambiente familiar y agradable, la Casa de las Flores es un lugar para recomendar.





Comentarios

Entradas más populares de este blog

Reflexiones sobre “La ciudad y los perros”, de Mario Vargas Llosa

Cascada de Tamul, Huasteca Potosina

Museo de Geología de la UNAM