Recuerdos de la Alhambra I y II

Hace algún tiempo recuerdo que a alguien se le ocurrió una de esas grandiosas ideas. De esas que permiten crear ganancias de la nada, aprovechando el interés nacionalista de realzar las bellezas arquitectónicas de cada país, estableciendo una competencia en foros y redes sociales de la cual casi todos nos enteramos. La competencia se llamaba “Las 7 nuevas maravillas de la humanidad”, y efectivamente, fue un verdadero éxito. Ahí andábamos todos comentando el punto, que si era eran las Cabezas de Pascua o el Palacio de Versalles, que si era la muralla China, las Torres Petronas de Malaya o el Big Ben.
Bajo el argumento de que varias de las 7 maravillas del mundo antiguo eran tema más de leyenda que de actualidad, se dijo que habría que “re-categorizar” el asunto. El caso es que en ese evento, y como ocurre generalmente con el fenómeno de las redes sociales, más que un afán realmente universal de establecer los monumentos más sobresalientes de la historia reciente de la humanidad, se entró en una puja de popularidad que se terminó dirimiendo más por una cuestión de pura demografía. Así fue que Brasil impuso su Cristo, México su pirámide, China su muralla y la India su palacio. Adicionalmente, estos se aderezaron con la monumental puerta de Petra, en Cisjordania, el archifamoso Coliseo romano y la impresionante ciudad en las montañas, Machu Pichu. Y así, sólo habría de haber 7 monumentos, dejando inexplicablemente en el camino monumentos universales como las pirámides de Guiza, que dentro de la mente de todos, siguió siendo un clásico universal que va más allá de estos concursos de popularidad tan de moda en nuestra pequeña comunidad global.
En el afán de premiar lugares grandiosos, la hermosa Alhambra española se quedó cerca, pero no lo logró. En lo personal, no tengo la suerte de conocer cada uno de los lugares que se incluyeron en el evento, con trabajos conozco sólo dos o tres, pero guardo un sentimiento especial por la Alhambra, con una nostalgia que he buscado dejar patente en un par de imágenes.
La Alhambra con sus múltiples estancias palatinas, los aromas de sus jardines y sus patios, sus contrastes de luz y color y sus vistas panorámicas es un deleite de los sentidos, de la forma en que seguramente lo fue en su tiempo para los sultanes nazaríes de sus primeros tiempos, así como para los reyes y nobles que la remodelaron varias veces desde tiempos renacentistas.
En la primera imagen se muestra una foto degradada en sepias del conjunto fortificado, tal y como va quedando en mi memoria después de varios años. Lo que fueron líneas intensas van quedando como pálidos difuminados en la imagen y los tonos ocres se van deslizando cada vez más al blanco. Actualmente, esto lo podemos hacer a base de efectos de imagen,  y es obvio que la toma original dista mucho de esta percepción; sin embargo, se busca ese acabado de las fotos impresas que se van desluciendo con el paso del tiempo, una fórmula que a estas alturas es más idílica que otra cosa.
La segunda imagen de la Fuente de los Leones, en el patio central del Generalife, el lugar más emblemático y retratado de la Alhambra. El detalle del trabajo en los ornamentos es exquisito y se presta para subir un poco el contraste en la imagen. En verano este es un lugar luminoso, y todas las arcadas intensifican sus contornos; pero en el caso de esta foto el paisaje era otoñal, en pleno noviembre, los colores se van apagando y el efecto aplicado va más hacia los tonos cafés y los grises, tal y como se deben ver por estos días. Imágenes nostálgicas de un espacio que por muchas razones, no quedó como una de las maravillas fabricadas por la pseudo-cultura global, pero que sin duda se convierte en un lugar de experiencias irrepetibles.

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