Notas sobre El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago

Después de la lectura de una novela anárquica, delirante y dislocada como la de Los Detectives Salvajes, de Roberto Bolaño, haber leído el Evangelio según Jesucristo de José Saramago fue como pasar de los rápidos de un río turbulento para llegar a una diáfana y tranquila laguna. La prosa de Saramago ha sido, es y será una de las más gozosas que me ha tocado experimentar. Un uso del lenguaje cordial, que fluye sin prisas y deteniéndose en el camino para reflexionar, para revirar, para voltear al cielo y para llevarnos de la mano de la que quizá sea la más amena, pero no por eso menos controversial, interpretación del Nuevo Testamento.

La novela, no apta para criterios pequeños, es la famosa zaga de un hombre llamado Jesús, pero más allá de eso, una crónica de su familia, de sus amigos, de sus antagonistas y en general de su tiempo. La historia tan contada y conocida, resulta aún así sorprendente cuando es revisitada por Don José, ese veterano autorreconocido como  ateo, pero formado dentro de una moral y valores cristianos. 

La novela inicia en aquella enigmática noche en Nazaret en que Dios, José y María engendraron a Jesús, cubriendo con un velo de duda una verdadera paternidad que, a la postre, no sería tema de discusión al sumergirse dentro del dogma religioso. Desde el principio el texto se fija un curso, tratando de hacer más verosímiles y coherentes a cada uno de los personajes y situaciones del Evangelio, y es así que observamos la humanidad atormentada del carpintero José, al que no le basta con cargar esa sombra de duda en la paternidad de su primogénito, sino que también empieza a afrontar una serie de vicisitudes en tiempos convulsionados de rebelión contra el imperio romano. El nuevo orden establece la necesidad de un censo en la nación judía, con lo que las familias son obligadas a salir de sus lugares de origen para ir a las ciudades donde se llevarán acabo los conteos, pasando mil penurias. Entre ellas, se encuentra la de los protagonistas, con una María de varios meses de embarazo y un José obligado a dejar sus labores habituales pero con la imperiosa necesidad de conseguir un trabajo temporal para mantenerlos. José, que desde mi punto de vista es de los personajes más interesantes de la novela, un día se ve súbitamente escapando del trabajo al oír de un par de soldados, que existe orden marcial del Rey Herodes para eliminar de forma cruel a todos los niños de la comunidad de Belén, lugar donde sus pesadillas le indican que nacerá el Rey de los Judíos. Un Herodes decadente, aquejado por la enfermedad y delirante.

Para salvar a su hijo del crimen masivo de niños de Erodes José permanece oculto en una caverna logrando el objetivo. Esta acción hará que cargue en su conciencia el sufrimiento de todas esas familias a las que no advirtió sobre la orden marcial aún con tiempo para salvarse, y que vieron arrebatadas a sus criaturas recién nacidas en uno de esos designios incomprensibles de Dios que Saramago suele destacar en sus novelas… Sí ese mismo Dios que se comporta como los dioses del Olimpo, siempre caprichoso y proclive a ocasionar trajedia y dolor, y que se disfraza detrás de expresiones como “Él no hace, Él simplemente es”.

Asimismo vemos a María, en el contexto de una época y una mentalidad totalmente misógina y degradante en el rol familiar respecto a su condición como mujer, tratando de sobrellevar su maternidad sin la menor idea del sino divino, que se manifiesta de formas sugerentes y enigmáticas. Y es así que la historia nos hace acompañar a sus protagonistas, viviendo sus pequeños dramas y sus sufrimientos, y despojándose de ese atuendo luminoso de los Evangelios que conforman la Biblia actual, para concentrarse en el carácter humano de sus protagonistas. Fascinantes resultan los actores desde esta perspectiva: el propio Jesús, que vive a la sombra de la culpa de su padre carnal José, pero que también opta por la rebeldía y por la exploración del mundo dejando el nicho familiar. Un Jesús que en su camino seguramente hallará a Dios, pero que más seguramente no será lo que él siempre creyó, y también al Diablo, un interesante caracter que más que representar al Mal de una forma esquemática y simplista, se ve encarnado en un personaje llamado Pastor, que trata de encaminar a Cristo hacia una vida en libertad alejada de las reglas de la Religión, que incluyen el respeto a la naturaleza y a la vida salvaje, la negación al valor económico de los elementos de la tierra y de otros valores que en algún momento de la historia de la humanidad, dejaron de ser relevantes.

También están los hermanos de Jesús, que conforman personalidades antagónicas, Tiago juzgándolo por irse a los caminos y no seguir el oficio de su padre para ganarse el pan como lo manda su religión y Juan, curioso y solidario con su hermano mayor, que sufre terriblemente sus partidas. Vendrá por supuesto María de Magdala, como aquella prostituta que abandona todo por amor a Jesús; un amor verdadero que curiosamente no necesita ser legitimado por la tradición Judía, contradicción eterna que siempre se evita tangencialmente en las Sagradas Escrituras. 


De esta forma la novela cobra un interés por su apego a la verdadera condición humana, dejando en segundo plano los símbolos, la cruz, los milagros y toda la parafernalia que se ha edificado para venerar al Salvador. Se puede decir que es un intento más (no el único por cierto) de darle al Mesías una condición más humana, modificando varias veces las interpretaciones tradicionales de los Evangelios y tratando de hacer lecturas más amplias de los mismos. Una muy buena novela y sin duda controversial, que nos deja en la memoria a un personaje llamado Jesús el Nazareno, que anduvo deambulando por la vida tratando de entender por qué se le asignó ese rol definitivo de mártir, sin llegar a comprenderlo del todo, y que pasó por muchos de esos sufrimientos que el hombre ha propinado a millones y millones de sus congéneres a lo largo de la historia, sin más razón que la de crear un gran mito que hiciera llegar cada vez más lejos la voz de una Iglesia construida sobre su recuerdo.

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