Siguiendo el Rastro de la Ciénaga


El pasado viernes 18 de septiembre fue una hoja desaparecida de nuestro calendario. Junto con Anita, entramos en otra dimensión… dejando los celulares en la caja fuerte de un hotel en Coral Gables, Florida, nos perdimos en la inmensidad de este estado tan interesante de E.U.


El ambiente en la comunidad latina en Miami, con puntos de vistas radicales impregnados de sangre caliente, estaba particularmente extraño… por darse el histórico concierto de Juanes y sus amigos en la Habana, justo los días que nosotros íbamos por primera vez a Florida.

Pasa una cosa curiosa cuando uno se encuentra en medio de esto: en los medios el bombardeo de opiniones sobre el evento era constante, pero nosotros, como suele suceder cuando estás en el ojo del huracán, estábamos ajenos a todo esto, pensando que podríamos hacer en sólo dos días para cubrir la inmensidad de Miami y sus alrededores, sin caer a la clásica carrera a ver traseros en South Beach y en Ocean Drive (eso quedó para el siguiente día :-) ).

La decisión que tomamos fue bastante simple: “Vámonos de la ciudad a conocer el entorno natural de la península”… y efectivamente, el viernes estábamos saliendo a las 7:00 AM hacia territorio desconocido, el famoso parque de los Everglades (las “Ciénagas Eternas”) al sur de la Florida… un territorio por demás bello y salvaje, que ahora es patrimonio natural tuyo y mío.

Sin mayor referencia sobre el tamaño del reto, rentamos una Dodge Caliber a la cual, por el ruido que hacía el motor, daba la sensación de que la impulsaba un par de enanos echando carbón a la máquina… y por la gasolina que gastaba, parecía que los enanos se la tomaban en grandes copas cada vez que nos deteníamos. Fue así que emprendimos el camino a los pantanos.

Entramos al parque natural, pasamos por una pequeña cabaña que indicaba la información para el turista… ahí se encontraba un señor que evocaba entre a una mezcla entre Fray Antena (aquél que salía con Brozo) y el gordito disfrazado de Boy Scout de la película Up. Ese señor, con la paciencia infinita de alguien que explica las mismas cosas durante más de 50 años, procedió a marcarnos sobre un planito los puntos donde debíamos de parar en el parque. Ahí descubrimos que el parque era cosa seria… ¡casi 100 millas de ancho y más de 60 millas de ancho!... ¡WOW! ¡En qué nos habíamos metido!, ¿por dónde empezar?


Entonces fue cuando nos adentramos al parque, casi sin visitantes por el inusual día de visita… La ruta del famoso Tamiami Trail cubría casi 65 millas recorriendo una gran variedad de ecosistemas no muy usuales para nosotros… desde las famosas ciénagas con sus pastizales que se extienden hasta donde se pierde la vista, hasta curiosos bosques de cipreses de todos tamaños (los enanos son los más viejos), pasando por los lagos y los pantanos que aparecen inesperadamente entre los pastizales.


A unos seis kilómetros al oeste de Royal Palm por esta ruta está el cayo de Long Pine Key. No es en realidad una isla, sino un área de acampada entre pinares. Seis kilómetros más allá está el mirador de Pahayokee, una plataforma elevada de observación desde donde se domina el parque hacia el norte. Desde este punto se domina la vastedad del parque.

La experiencia fue muy curiosa, de repente nos encontrábamos en túneles naturales de vegetación, otras veces surgían también olores nauseabundos de la descomposición de la materia orgánica emanada de la flora selvática, había también hermosos lagos en los cuales sólo nos faltaba la canoa y el penacho… Volteabas la vista y se apreciaba un ave buceando y buscando su presa en las profundidades.






Siguiendo hacia el sur, el camino cruza un gran pantano de cipreses. En el borde exterior de este pantano se encuentra Mahogany Hammock, un camino que se interna en el parque. Más al sur se llega a los manglares pantanosos de la costa. Escondidos entre los miles de mangles hay cientos de pequeños lagos y ríos que desembocan en el estrecho de Florida. Los estuarios pantanosos de esta zona son los únicos lugares de los Estados Unidos donde se pueden encontrar cocodrilos, aunque parece que estos ya son muy raros en entorno natural y, aunque Fray Antena perjure lo contrario, estos ya sólo se encuentran en los criaderos que están en los límites con el parque. En estos estuarios también se dice que hay manatíes, visibles en la superficie en las frías mañanas del otoño… aunque tristemente, nos tocó ver ninguno.



La carretera acaba en el Centro de Visitantes de Flamingo, el más meridional del parque. Está situado en la árida pradera costera, al norte de la bahía de Florida. Hay varios caminos que conducen desde Flamingo al oeste hasta el cabo Sable, en el extremo sudoccidental de Florida.

En este extremo la única solución que tuvimos para mitigar el hambre fue la clásica hamburguesa de microondas y las papas… digo, con el hambre que teníamos hasta Anita perdió su dignidad de “gourmet” y tuvo que entrar al submundo de la comida rápida.

Mientras observábamos a un águila marina recetarse un exquisito pez en una rama a la orilla del mar, en un horizonte plagado de cayos, pensábamos que habíamos vivido una experiencia extraña sin duda… un momento de intimidad con la naturaleza nos permitió recordar nuestro lugar en el mundo, la inmensidad y la grandeza que hay allá afuera y sobre todo, dejar los problemas de los hombres encerrados dentro de un cuarto de hotel.

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