Recomendación del mes: “En el camino” de Jack Kerouac


Una tarde de fin de semana en la Librería Rosario Castellanos, mientras esperaba que Anita y Mamá compraran algunos libros para sus trabajos, me llamó la atención un libro muy particular. Con base en las múltiples referencias de mi padre sobre los escritores de la generación “beat” en Estados Unidos y con el antecedente de ese gran experimento fílmico llamado “Easy Reader” (título traducido al español como “Busco mi Destino”) vi una reedición del libro “En el Camino” de Kerouac y lo empecé a hojear.


Esta nueva edición tenía una peculiaridad: era una transcripción del llamado “rollo original” con que Kerouac hizo la novela… ¿Rollo original? Me pregunté en ese momento, y leyendo la reseña de la contraportada entendí inmediatamente a que se refería: Kerouac desbordó sus ideas en el papel como si fueran el magma de un volcán y, para no detener su escritura constante, pegó un conjunto de hojas en sus bordes con cinta, a manera de un gran papel higiénico. En este rollo escribiría lo que sería su obra maestra y uno de los libros más influyentes en las generaciones jóvenes de la segunda mitad del Siglo XX.

Lo que inicialmente fue un acto de curiosidad en esa librería se convirtió en una lectura adictiva, compulsiva, enajenante… un efecto que muy pocos libros me han causado. Kerouac toma el nombre de Sal Paradise, un maduro neoyorkino de clase media que vive en casa de su tía, destruido después de un terrible proceso de separación de su esposa, veterano de la guerra e intelectual integrado a una generación de jóvenes artistas con pensamientos revolucionarios. La aventura comienza cuando Sal conoce a Dean Moriarty (en la vida real fue Neal Cassady), un estrafalario y nervioso personaje que quiere integrarse a los círculos intelectuales de la costa Este, pero más allá de eso, un personaje que quiere devorarse la vida a puños.

El espíritu errante de Dean lo ha traído desde la costa oeste desde el lejano “Frisco” (San Francisco). Los días más inolvidables de la vida de Sal iniciarán a partir de ahí… Dean es el alma de todas las fiestas, un hablador compulsivo que fascina a los amigos de Sal. Un buen día Dean se marcha intempestivamente, incursionando de vuelta hasta el otro lado del país, hacia Denver. El espíritu rebelde de Dean sirve de motivación para que Sal tome la decisión de dejar todo atrás, agarrar unas pocas cosas e irse haciendo “autostop” al oeste a buscar a su gran amigo, y es entonces que nos transportamos con él a las aventuras del camino.

Recuerdo que después de leer cerca de 50 páginas en la librería… no me pude ir con las manos vacías, y de ahí, fue la lectura obligada de los días de otoño.

Sin meterse a las descripciones suntuosas que hacen las clásicas novelas de viajes y hazañas, y más bien con estilo desenfadado que recuerda los relatos que tenemos con los amigos, Kerouac nos traslada a las carreteras, nos hace vivir las experiencias de solidaridad con otros viajantes y con los habitantes en cada escala, nos pone enfrente de encuentros y desencuentros con sus amigos y sus chicas, nos hace pasar sed y hambre, nos hace sumergirnos en los mundos del Jazz y las drogas, nos contagia de momentos de inseguridad o de tranquilidad, nos relaciona con diversas culturas y en general, nos contagia de esa enorme libertad del espacio abierto y todos esos elementos que hacen de los viajes experiencias inolvidables.

Pero más allá de esos cuadernos de viaje que Kerouac narra en la obra, lo que nos deja para la reflexión esta novela es la crónica de una amistad. Más allá de cuán imperfectos puedan llegar a ser, a los verdaderos amigos se les añora… con todas las complejidades que puedan tener las relaciones, con esos momentos amargos de discusión, con aquellos aspectos que no nos gustan y que tenemos que soportar, con aquellas pequeñas o grandes traiciones que nos hacemos, con aquellas divergencias en el camino. Esto hace que personajes que podrían ser detestables para otros crezcan y se magnifiquen en nuestra mente, por la simple magia de la empatía y de la admiración. Como pasa con el gran Quijote que sale a los campos en busca gigantes y doncellas, así sale Dean Moriarty a enfrentar la vida, a realizar sus sueños… a recorrer el camino.

Este elemento es lo que convierte a esta gran novela en un clásico… un clásico que invita a agarrar la maleta e irse a la aventura, a encontrar en cada metro que se avanza un nuevo descubrimiento.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Reflexiones sobre “La ciudad y los perros”, de Mario Vargas Llosa

Cascada de Tamul, Huasteca Potosina

Museo de Geología de la UNAM