Empezando la jornada, Mercado Hidalgo

Una vez más, como cada día desde hace más de 100 años, el Mercado Hidalgo inicia con sus actividades. Bienvenidos, este es Guanajuato, estos son sus artesanos, sus comerciantes, su incansable tradición y sus colores floreciendo en las penumbras. 

El impresionante bodegón tapado obliga al uso luces artificiales. Los tres grandes ventanales a ambos lados del edificio, su gran entrada principal, así como la rejilla que se abre tenuemente en el techo, apenas dan al lugar un manto de luz, insuficiente para tal volumen interior.

Y de esta manera, casi como los murciélagos que despiertan en la cueva, van quitando sus lonas los comerciantes, dejando ver sus mercancías a esa gente que se resiste a caer en la seducción de los supermercados, ya sea porque estos están alejados del centro o simplemente porque los mercados tradicionales ofrecen todo más barato y fresco, o también porque se busca el cada vez menos valorado souvenir. Una tradición de comerciantes que viene con México desde antes de ser sometido, y que pelea por sobrevivir, a pesar de los embates del anhelado primer mundo al que se le quiere integrar, siempre a medias, siempre a los tropiezos.

Y de esta forma atrapamos esta toma. Aprovechando la simetría monumental del recinto, así como las texturas de sus lonas y esas largas sombras que van dejando las personas en su pasillo principal. Una imagen que se repite cotidianamente hasta la eternidad, llegando a pasar casi desapercibida pero que, rescatada del olvido, nos muestra esa majestuosidad que tiene el hormiguero humano, en sus entrañas más profundas.

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