Real Alcázar, detalle.

Sevilla es una ciudad caleidoscópica, de belleza alucinante en sus calles, en sus monumentos, en sus palacios, en sus barrios, en sus más recónditos rincones. Seleccionar una imagen para empezar la serie de este mítico lugar, no fue fácil. He de decir que cuando tuve la oportunidad de pasear por sus calles mis conocimientos fotográficos se basaban más en el sentido común que en escrupulosas leyes de la estética. Sin embargo, con lo que he aprendido al día de hoy de edición, más una gran ayuda de la belleza inherente en la ciudad andaluza, puede haber varios vestigios del viaje rescatables.

El Alcázar Real comprende un conjunto de palacios así como un conjunto de jardines que ocupan un amplio solar amurallado al sur del casco histórico de la ciudad. Las primeras obras se llevan a cabo sobre emplazamientos de una acrópolis romana, así como de un posterior asentamiento militar visigótico, pero no es sino hasta el califato de Abd al-Rahman III (año 913) que se atribuye la construcción del primer palacio, el llamado de las Bendiciones. Pero el crecimiento de este conjunto señorial tomaría varias décadas y algunas dinastías de califas almohades durante el Siglo XII. Entre estas, una de las últimas extensiones es el que se muestra en esta imagen, el Patio del Yeso, siendo uno de los recintos que aún se mantienen en pie de este período de remodelaciones.

El Patio del Yeso es uno de los espacios que los posteriores reyes españoles, sobre todo Alfonso XI, respetan en su forma original, ya que a su lado ordenaría construir una sala de justicia para conmemorar su victoria en la Batalla del Salado. En esta batalla las fuerzas conjuntas de Castilla y Portugal lograron repeler a los Benimerines de Fez, último intento de los pueblos de África del norte de invadir la península ibérica. 

Este Patio del Yeso es considerado por la mayor parte de los especialistas como un antecedente de la Alhambra, especialmente por la riqueza de sus decoraciones. A pesar de que los almohades fueron expulsados y confinados del Reino, su legado a la humanidad a través de los exquisitos muros y formas que dejaron en el sur de España, resulta hoy quizás uno de los tesoros invaluables que hacen que visitantes de todo el mundo sigan fluyendo a la península. 

Despedida (Al-Mutamid)

Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita, 
ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar; 
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales: 
eran las señales de partida. 
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas 
al fluir aquel líquido rojo. 
Y esperábamos volver a vernos a los tres días...
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más? 

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