Graham Greene, Cuentos Completos

No es fácil a estas alturas, hablar sobre Graham Greene. Es un escritor sobre el cual se han escrito una infinidad de ensayos y reflexiones a lo largo de muchos años, incluyendo opiniones de autores muy importantes, tanto contemporáneos como sucesores que lo admiraron y lo citaron constantemente, como García Márquez, Cortázar, Fuentes, Murdoch, James, entre muchos otros. De varios fue un referente importante, sus obras han sido traducidas a un sinfín de idiomas, y de igual manera, han sido adaptadas (a veces por él mismo) a formatos como el cine y la televisión. Está demás decir que la Academia Sueca quedó en deuda con su Premio Nobel, siendo un autor que al día de hoy, es más recordado que más de la mitad de escritores que lo ganaron en años en los que se le postuló.  Bueno, basta decir que en 1978, estaban postulados él y Borges entre los finalistas, y ganó un polaco, un tal Isaac Bashevis Singer... ¿Alguien realmente lo recuerda? En fin.
De referencia yo tenía un par de novelas leídas, Nuestro Hombre en la Habana y El Capitán y el Enemigo, así como algunas adaptaciones de sus obras al cine como la inolvidable El Tercer Hombre (con la legendaria dupla del Ciudadano Kane, Welles y Cotten), así como un par de adaptaciones de El Americano Impasible. Por tanto, conocía de sobra el estilo de Greene, siendo de esos autores que, por estar tan a la mano, se van dejando indefinidamente como asignatura pendiente.
Y así fue que por allá en el período navideño de 2013 vi un hermoso volumen de pastas duras de color blanco, lomo café y dos botones impresos con las iniciales GG en donde se compilaron los cuentos de Greene, agrupando las colecciones originales pensadas por el autor y con referencia de los años de cada una de las piezas. En ese momento pensé ha llegado el momento de leer los cuentos de Greene, y en un extraño intercambio de regalos con mi esposa, completamente premeditado, lo compramos. Acto seguido, se lo di para que me lo regalara en navidad, haciendo yo lo mismo con un libro que ella compró, de cuyo nombre no quiero acordarme. Desde esa burda treta ya andaba el espíritu del inglés rondando entre nosotros.
Veintiún Cuentos, ¿Puede prestarnos a su marido?, La Última Palabra y Otros Relatos, así como los Nunca Compilados conforman las cuatro secciones en las que se divide el gran libro, y aunque hay ciertas disparidades en los trabajos, en general las colecciones son sin desperdicio. Conforme iba avanzando en los cuentos, traté un pequeño ejercicio que no estoy acostumbrado a hacer, pero que resultó bastante interesante: Al saber que Greene es quizás de los autores más leídos y estudiados del Siglo XX, conforme iba terminando los cuentos me metía en los buscadores de Internet y buscaba algunos comentarios y reseñas de los mismos. Es increíble como una literatura de estilo elegante y muy ameno, puede alcanzar tantas interpretaciones y cómo se pueden usar sus personajes para hacer estudios más profundos de su psicología.
Mencionar todos los cuentos sería imposible e inútil. Lo que sí tratamos es de destacar algunos aspectos importantes que dejaron la clásica huella al terminar con la lectura. Uno de los atractivos de la narrativa de Greene es su cercanía con el lector, su prosa elegante y efectiva, manteniéndose en un equilibrio exacto y sin llegar a caer en el lugar común, siempre fomentando la participación activa. En ciertos lapsos se puede caer en la relectura de algunos fragmentos para atar cabos, sin embargo, esto no es del todo un inconveniente al leer a Greene, ya que hay reflexiones que bien vale la pena re-visitar y guardar.
En varios cuentos como Los destructores, La sugerencia de una explicación, El ídolo caído,  El espía, El final de la fiesta o el relato más grande y complejo de la colección, Debajo del Jardín, Greene toma como base el mundo infantil/juvenil y evoca los sentimientos amplificados que sentíamos a edades tempranas para exhibir temas como la lucha de poderes entre clases, el terror a lo desconocido, la manipulación de los adultos de la inocencia de los niños o los secretos escondidos por padres y mentores.
En piezas como Un Lugar junto a Edgware Road, La Segunda Muerte, Prueba Decisiva, Greene exhibe de forma extraordinaria sus capacidades como escritor fantástico. Estos cuentos están cargados de misterio, algunos de ellos de terror y locura, pero sin dejar de lado su parte satírica. De esta línea un relato que me gustó particularmente fue Un día ganado, ya que construye una mezcla muy interesante entre los fantasmas que nos rodean y su relación con el significado relativo de ahorrar el tiempo.
Como se comentó, un aspecto que siempre está presente en muchos de los cuentos y novelas de Greene es el humor. Nos envuelven en tramas disparatas y en situaciones que nos sacan la carcajada. Recuerdo algunos de ellos como La tarea cotidiana, Tal para cual, ¿Puede prestarnos a su marido? o la genial La raíz de todo mal, en donde nos recuerdan que una mentira siempre desencadenará una más grande, ocasionando situaciones trágicas que resultan realmente ridículas. También uno de los mejores para mi gusto.
Asesinato por las razones equivocadas merece un tratamiento aparte. Un thriller psicológico con una perfecta dislocación de tiempos que desencadena un final imprevisible.
Definitivamente, el sólo mencionar algunos cuentos resulta injusto y también lo es simplificar sus temáticas. Importante es mencionar que Graham Greene adoptó la religión católica dos años antes de empezar su obra literaria y en gran parte de ella nos deja ver claramente sus motivaciones, por lo que hay constantes como la lucha del bien y el mal, el espacio que ha sido cubierto por el Dogma o al menos por la duda (La última palabra es el ejemplo más representativo), la doble moral o las pruebas que respaldan su decisión. 

Como conclusión veo adecuando retomar algunas reflexiones que hace Greene como introducción a la colección. En ellas, él es el primero en admitir que no es un escritor de cuentos, y que los compone más como un descanso o huidas de las novelas. Claro, con modestia innecesaria. Sin embargo, el poder escribir dentro del formato corto representó para él un cambio en su paradigma de escritor: si bien la novela tiene una estructura que debe ser armada antes de la redacción, el cuento, por más simple que sea, no debe omitir ese mismo tratamiento. Si en un cuento no vemos una definición de trama, personajes identificables y un desenlace válido, no funcionará. Y es entonces que Greene, con su acostumbrado humor, dice que los cuentos se terminan conviertendo en esos espacios de infidelidad que requiere el escritor para no hartarse de los personajes de las novelas, con los que convive diariamente, duerme, come y hasta va al baño.

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