Cúpulas de la Mezquita de Solimán

Las formas islámicas otomanas son a la vez monumentales, pero elegantes, simples y de una geometría perfecta. Aquí no encontramos esas cúpulas recargadas de colores y ornamentos del mundo occidental, más bien lo que se denota es un delicado equilibrio que se justifica por su armonía en las estructuras.

Como se puede apreciar en la impresionante Mezquita de Solimán, al igual que en otras tantas de la capital turca, las cúpulas son domos perfectamente esféricos. La grandeza de la arquitectura otomana está en el respeto a la matemática de la forma, lo cual no se disimula con los clásicos ornamentos de los templos cristianos. Los arquitectos otomanos, como nadie, dominaron la técnica del gran espacio interior, confinado por bóvedas aparentemente ingrávidas, logrando perfectos equilibrios con el espacio exterior, así como en la iluminación de los recintos.

Los elementos son aparentemente simples, la bóveda, semivóbeda y columna se manejaron con tanta maestría por el imperio otomano, que la mezquita deja de ser ese pequeño compartimiento obscuro y recargado de arabescos en sus paredes, para pasar a ser un santuario de equilibrios estéticos y técnicos, mucho más trascendente en lo físico, proyectando su aspecto espiritual.

En la imagen, los colores son un artificio de color naranja. Las cúpulas proyectan un halo luminoso irreal, buscando el reflejo del sol. Con esta tonalidad, se pretenden resaltar las cúpulas, así como de los bordes escalonados de la construcción, y de algunos elementos pasajeros que se tienen más como marcos de la imagen, para no distraer el centro de atención, como los ventanales o el resquicio de la torre que apenas se denota.

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