Interior de la Catedral de Morelia

El historiador norteamericano Sylvester Baxter pasó un período de 6 años en México, por ahí de la segunda década del siglo pasado, documentando el arte colonial mexicano comprendido entre los siglos XVI, XVII y XVIII. Para este ilustre cronista, la catedral de Morelia es la más bella de las catedrales mexicanas. Ciertamente, parece una afirmación demasiado categórica, considerando monumentales catedrales como la Metropolitana en la Ciudad de México, la de Puebla, Santo Domingo en Oaxaca o la Catedral de Guadalajara. Sin embargo, basta con pasar unos cuantos minutos admirando la forma, la estructura y la clase en la ornamentación de la Catedral Moreliana, para darnos cuenta que Mr. Baxter no estaba tan fuera de sus cabales al decir tal aseveración.

En esta imagen no disfrazamos las formas del edificio detrás de sus impresionantes retablos, sino que más bien, se exhibe con toda su majestuosidad el diseño de su estructura, adornada con esos sobrios ornamentos de patrones repetitivos y por esos elegantes frescos con motivos florales. 

A diferencia de otros recintos coloniales, en la Catedral de Morelia no nos perdemos en el indefinido barroquismo de sus adornos; sino que más bien lo que se denota es la perfecta armonía entre estructura y decorado en búsqueda de unidad. Lo que asombra es el conjunto, más allá de que nos podamos detener en los detalles.

El diseño fue realizado por el maestro italiano Vicenzo Barrochio, que inicia la construcción del recinto en 1660, sin embargo, él nunca pudo ver concluida la obra, ya que fallece en 1692. La grandeza en el diseño de Barrochio es tal, que sus discípulos pudieron concluir su obra 52 años después, respetando hasta en el más mínimo detalle de la idea original del maestro. Esta es otra particularidad que se denota en el edificio, sin contener los típicos cambios de curso o los elementos pintorescos que rayan en ocasiones en lo grotesco, de las obras que van pasando por múltiples manos hasta su perfecta conclusión.

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