Recuerdo de Piriápolis

En esta playa fue que pude, después de más de 30 años, meter los pies al Río de la Plata. Y aunque mentiría si dijera que hacerlo me trajo una cascada de recuerdos, pero he de reconocer que fue una sensación bastante especial sentir esa fría agua que mis viejos y los viejos de mis viejos habrán sentido infinidad de veces en su vida.

Si uno va a Uruguay, es obligado ir a alguna playa, hay de las mejores de América. Originalmente íbamos a visitar la famosa Punta del Este en donde se encuentra el glamour del gran turismo. Pero preferimos hacer un viaje más corto desde mi ciudad natal Minas para visitar a la familia de los tíos Raúl e Irene a Pan de Azúcar. Desde este punto, es fácil llegar a Piriápolis, una ciudad balnearia ubicada en el departamento de Maldonado. De población fija muy pequeña que no llega a los 9,000 habitantes, esta ciudad es de las que habitan en el verano uruguayo, entre los meses de diciembre y marzo. Su nombre proviene del empresario César Piria, quién por ahí de finales del siglo XIX y principios del XX, fue un muy hábil hombre de negocios tanto en el ámbito de los remates, como de los textiles y posteriormente, de la venta de vienes raíces. Esta ciudad viene a ser la materialización de sus sueños de grandeza.

La presente imagen esta tomada hacia el Hotel Colón, de llamativo aspecto europeo, en el inicio de la llamada Rambla de los Argentinos, avenida costera más importante de la ciudad, desde donde se puede observar toda la playa y la zona de los embarcaderos. Anteriormente llegaba al puerto un transbordador desde Buenos Aires, que hace alrededor de 10 años dejó de funcionar. A diferencia de los días que pasamos en Minas, en donde hizo un calor terrible, en Piriápolis nos tocó un día nublado, que permitió una buena caminata por esta rambla.

Aparte del hotel, lo que siempre me gustó mucho de la imagen es esa forma curva del inicio de la rambla, con esos cerros pletóricos de árboles en el fondo. Respecto al color, se apagaron un poco los tonos de los alrededores para que sobresaliera la forma del edificio, así como la paz de ese sujeto que ve tranquilamente a la costa dejando pasar el tiempo como sólo se puede en lugares así. 

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